¡Como en Dinamarca!

Esta es un historia real, sólo para mantener en el anonimato el nombre del paciente, me atreví a llamarlo: Juan Pueblo. Pero toda la historia sucedió tal y como a continuación se narra.
Juan Pueblo es un paciente de Covid, estuvo internado y desde el 23 de diciembre, salió de su hospitalización. El daño pulmonar exige oxígeno permanente y una serie de medicamentos para un tratamiento de tres meses. El pasado jueves 4 de febrero Juan acudió a la Clínica Familiar de Azcapotzalco del ISSSTE con la intención de gestionar su oxígeno, medicamentos y tratamiento. Un mes antes su esposa, Ciudadana, había ido a solicitar todo aquello, pero la doctora que atiende a los pacientes de covid le dijo que era importante la presencia del enfermo.
 
Juan Pueblo no podía salir, no puede no debe salir por el riesgo de volverse a  contagiar y por la dependencia de oxígeno, así que decidieron esperar un mes más, tener mayores fortalezas y acudir a complacerá los requisitos del ISSSTE.
 
Llegaron a la clínica a las dos de la tarde, una enfermera los remitió a un espacio abierto, bajo una lona improvisada y unas bancas sobre la tierra, a unos metros esta una caseta de materiales preconstruidos; después de esperar una hora, Pueblo se acercó a la caseta para solicitar un oximetro y saber cómo estaba en su nivel de saturación de vital elemento, la enfermera le prestó el aparato y midió 82 por ciento de saturación, un porcentaje bajo, Pueblo solicitó que le dieran oxígeno mientras esperaba su turno, la respuesta de la enfermera fue surrealista “no tenemos oxígeno”, “en toda la clínica, ¿no tienen oxígeno?” preguntó sorprendido el derechohabiente. “No, no hay oxígeno en toda la clínica”. Juan escuchó con asombro e incredulidad pero de inmediato se resignó. Conforme los turnos fueron pasando llegó el momento para Juan Pueblo.
 
¿Qué necesita? Preguntó la nazarena.
 
Juan Pueblo organizó sus ideas y con cierta claridad dijo:
“El médico que me trató en el  hospital, me indicó que necesito oxígeno durante las 24 horas diarias de los siguientes tres meses, y además, vengo por el medicamento para la diabetes e hipertensión, además de la medicina para el tratamiento pulmonar.”
 
La doctora en ese momento estaba en funciones de mecanógrafa y sin dejar de ver al monitor contestó:
 
“Aquí les hago la solicitud para solicitar (sic) su oxígeno, tiene que ir a que le sellen en vigencia de derechos, luego tiene que ir al hospital de Tacuba para que se lo autoricen y le hagan la receta y, cuando tenga la receta, se regresa a esta clínica para que le hagamos el trámite ante la empresa proveedora.”
 
Juan Pueblo escucho con atención tratando de memorizar la ruta del oxígeno. Después empezó a pedir las recetas para sus medicinas, la doctora abandonó el teclado y sacó un recetario de muchas hojas y un cartón. Empezó a escribir, insulina, Metformina, Enalapril, Amlodipino, Clonazepam, Omeprazol y Tribedoce.
 
La Galena hizo las recetas. Pueblo le dijo: “doctora necesito que me den los medicamentos para el tratamiento de pulmones.”
 
“Újule Don, usted quiere todo”, contestó la funcionaria pública, Pueblo con serenidad y firmeza le preguntó: “disculpe doctora, cuanto le cuesta mi tratamiento? ¡Nada! Respondió. “Entonces a usted en qué le perjudica lo que estoy pidiendo, mi esposa lleva cotizando treinta años y hasta ahora solicitamos servicios y medicinas”.
 
-“Pues esa medicina no la tenemos.”
-“Aún no le he dicho cuál es, la que requiero es la  Combivent.”
-“No la tenemos.”
-“Sí la tienen, en marzo del año pasado tuve una bronconeumonía y el ISSSTE me dio este medicamento.”
 
Con muecas de malestar la doctora hizo la receta y se la dio a Juan.
Juan Pueblo se dirigió a la farmacia de la clínica, no hubo Metformina, Enalapril ni Combivent. Entonces se encaminó hacia la ventanilla de vigencia de derechos por el sello del trámite, le informaron que la ventanilla estaba cerrada y que tenía que regresar al otro día.
 
Juan Pueblo y Ciudadana se miraron a los ojos y caminaron hacia su casa.
 
Al otro día, a las nueve de la mañana se presentaron en la ventanilla de vigencia de derechos, la respuesta de la funcionaria fue clara, contundente y sorprendente: “¡¡¡esta solicitud es del turno vespertino!!!”
 
Ciudadana, que se caracteriza por ser muy fuerte en sus argumentos le dijo: “ayer en la tarde no había nadie cumpliendo su trabajo en esta ventanilla, me dijeron que viniera el día de hoy, aquí estoy y no me voy hasta que me selle este papel.”
 
Después de dos horas, al fin, el papel fue sellado. Salieron de la Clínica Familiar Azcapotzalco del ISSSTE como el jibarito, locos de contentos hacia el hospital de Tacuba. Ciudadana presentó la solicitud, le requirieron copias de todos los documentos, los presentó y le dieron la receta, ya con ella tomaron las veredas chintololas rumbo a la Clínica Familiar Azcapotzalco del ISSSTE para que liberaran la orden de la gestión.
 
Después de dos horas la funcionaria de Control Médico de la clínica otorgó el documento y le dijo a Juan Pueblo, tienen que llamar a Medigas para que les lleven su oxígeno a su casa.
 
Hoy 8 de febrero, a más de 72 horas de hacer la solicitud, Juan Pueblo sigue sin oxígeno en su casa, y para que ir a la clínica, si ahí tampoco hay.
 
Al final, me dijo con voz optimista: “Som i Danmark”. Como en Dinamarca.
 
Esta historia real es el drama cotidiano de miles de mexicanos que sobrevivieron al contagio pero no pueden sobrevivir a su gobierno..
Consultor político y de comunicación social.
 
Ex Director del Instituto de Capacitación y Desarrollo Político de la CDMX.