Y Matarazo no llamó… La novela más política de Garro

“Hacía varios días que de noche la casa de Eugenio cambiaba de lugar. De día estaba a espaldas de la avenida Insurgentes, de noche no se sabía adónde la llevaban. (…) se

había convertido en andariega y sedentaria. (…) En cuanto oscurecía, la casa se poblaba de huéspedes inesperados”.

Con este primer párrafo, ejemplo del estilo de Elena Garro y de la corriente literaria denominada Realismo Mágico —de la que esta escritora mexicana fue pionera—, inicia Y Matarazo no llamó, la más política de sus novelas y, a la vez, una de las menos conocidas, a pesar de su enorme calidad literaria.
De lectura ligera, y con una estructura literaria sencilla, centrada en un solo personaje protagónico: Eugenio Yánez, un oficinista cincuentón y solitario, y su personaje co-protagónico: el misterioso Matarazo, un hombre que en su nombre lleva inscrito la naturaleza de su destino; Y Matarazo no llamó desarrolla una historia que retoma uno de los movimientos sociales de gran trascendencia para la historia nacional: la huelga del movimiento ferrocarrilero de 1959, reprimido con mucha violencia por el Estado mexicano, y el cual Elena Garro retoma con una intención de denuncia y crítica pública.
Si bien la novela fue escrita en 1960, en el exilio de Garro en París, su publicación sólo fue posible tres décadas después de los hechos referidos, en el año de 1991, a mediados del sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari, a fin de que, en palabras de la autora, “no tener problemas con el presidente actual, (…) que iba de salida, que no fuera a pensar que yo estaba hablando del Movimiento del 68, pues le retrocedí la fecha y puse que era el movimiento ferrocarrilero.”
Esta confesión de la autora nos revela que en realidad Y Matarazo no llamó es una novela de amplio espectro político, aunque su trama literaria y sus personajes abiertamente aludan al movimiento ferrocarrilero del 59. Sin embargo, la atmósfera de persecución política que priva en los personajes centrales —Yáñez y de Matarazo— y el miedo a ser aprendidos por la policía, que condiciona los actos de los jóvenes obreros de a medida que avanza la narración, trasciende este contexto histórico inmediato para caracterizar el ambiente político que privó en la sociedad mexicana después de la represión del Movimiento estudiantil del 68, el verdadero parteaguas de la historia política mexicana del siglo XX.
No está de más recordar la trayectoria de Elena Garro, uno de los pilares de la literatura mexicana contemporánea, autora de novelas tan emblemáticas como Los recuerdos del porvenir, que para muchos críticos marca el inicio de la corriente literaria conocida como Realismo mágico, y que fue escrita cuatro años antes de Cien años de soledad, de García Márquez. En los escenarios teatrales también está presente nuestra autora con obras como Un hogar sólido, El rastro o La señora en su balcón. O más aún, su producción cuentística, entre la que destaca el texto titulado La culpa es de los tlaxcaltecas y el libro de cuentos Andamos huyendo Lola.
Autoexiliada en Francia y Estados Unidos durante varias décadas a raíz del ambiente de hostigamiento cultural sufrido a raíz de sus opiniones sobre el movimiento estudiantil del 68 en México, Elena Garro regresa al país en 1973, donde continúa escribiendo incansablemente, hasta su muerte en 1998. Además de los reconocimientos recibidos en 1963, Premio Xavier Villaurrutia por su novela más conocida, Los recuerdos del porvenir; y en 1981, Premio Grijalbo, por la novela Testimonios sobre Mariana; dos años antes de su fallecimiento, en 1996, fue galardonada con el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada y el Premio Sor Juana de la Cruz de novela escrita por mujeres otorgado por la Feria Internacional de Guadalajara.
Y Matarazo no llamó, en su edición 2021 del Fondo de Cultura Económica, es un justo reconocimiento a una gran escritora mexicana en una de sus vertientes menos conocida, la de la novela política, de ahí la pertinencia de su lectura. El personaje de Eugenio Yáñez, un hombre de cincuenta años de edad, “que no entiende nada de política constructiva”, y que “movido por la compasión y la necesidad de hablar con alguien, (…) tomó la decisión de llevarles cigarrillos a los huelguistas como su primera acción política”, espera a sus nuevos lectores con la narración completa de su vida. @NohemyGarcaDual