El humor como recurso de reflexión social en Te vendo un perro

Desde siempre, en la literatura universal y en la nacional tenemos ejemplos paradigmáticos del uso del humor, el sarcasmo y la ironía como recursos autorales para hacer una crítica social inserta en una obra de arte con valor literario reconocido por la opinión pública.

Sin embargo, no a cualquiera se le da esta forma de hacer literatura. Por ello, da gusto afirmar que Juan Pablo Villalobos es un digno ejemplo de esta tendencia gracias a su novela Te vendo un perro (2019).
Ambientada en un edificio derruido y venido a menos del centro de la Ciudad de México, en el que habitan diez viejitos lidereados por Francesca, una mujer también de la tercera edad, quien vive en el mismo inmueble, lo administra y tiene la tarea de organizar un círculo de lectura con sus longevos vecinos sin mayor preocupación. Esta rutina se ve alterada con la llegada de un nuevo inquilino: Teo, un taquero jubilado, sin familia, solitario y alcohólico quien no sólo se niega a ingresar al círculo de lectura, sino que con su aparición da inicio una historia aderezada con humor negro, ironía y sarcasmo, ingredientes que, gracias a la buena pluma del escritor, provocan en los lectores una empatía con el antihéroe protagónico de Te vendo un perro.
El título mismo de esta tercera novela de Villalobos resulta una sátira de la que el autor se vale para abordar la problemática social de los desposeídos, de los marginales, de los olvidados, de los perros callejeros, según reflexiona el propio Teo, personaje protagónico de la novela, al final de la historia. “¿Cuál había sido el sentido de todo lo que había pasado? ¿Era una reivindicación de los olvidados, de los desaparecidos, de los malditos, de los marginados, de los perros callejeros? (…) Y empecé a pensar en una novela que el autor no quiere escribir, una novela sobre lo que no se sabe que se ha vivido, una novela de lo que no se ha vivido y, sin embargo, se sabe, una novela que sería como un plato de tacos de perro”.
Y efectivamente, Teo, el taquero jubilado que discute de teoría estética, pero que se niega a escribir una novela que, finalmente, escribe sobre sí mismo y sobre los “viejitos de la tercera edad” pero sin provocar lástima, porque Teo no quiere que nadie lo compadezca en su soledad, en su forma de ver el mundo y vivir la vejez , visión que nos comparte a través de anécdotas hilarantes con personajes atípicos como los diez tertulianos vetustos como el edificio en el que todos ellos habitan; o su amiga Juliette, una verdulera revolucionaria y proveedora oficial de jitomates en todas las revueltas de la ciudad; o el inspector burócrata conocido como el Cabeza de Papaya que insiste en que Teo lo ayude a escribir una novela.
De igual forma, le dan color a esta tercera novela del escritor mexicano Juan Pablo Villalobos, radicado en Barcelona desde el 2003, personajes como Willem Heda, un joven mormón de Utah, Estados Unidos, que lee la Biblia y la palabra del señor como consuelo para las personas de la tercera edad; o las cucarachas y los perros que a lo largo de la historia están presentes como personajes incidentales en diversas anécdotas.
La irreverencia y el humor que Juan Pablo Villalobos emplea como estrategia literaria para abordar temáticas sociales serias nos recuerda el estilo de autores como Jorge Ibargüengoitia, con quien el autor de Te vendo un perro se siente identificado y a quien tiene como modelo a seguir. “Del humor me interesa el tipo de efecto que hace reflexionar de las situaciones sociales. [Por ello] yo preferí leer a Ibargüengoitia, [pues] me gusta ir en contra de la imagen del escritor/monumento, de la desacralización de la imagen del escritor”.
Me parece que Te vendo un perro es una novela en la que al autor refrenda su vocación literaria en la vertiente del humor y la ironía, a la vez que se consolida como un escritor interesado en abordar las problemáticas profundamente humanas de nuestro tiempo. @NohemyGarcaDua1