Reflejos de la Corrupción

La bandera con la que se vendió el presente gobierno fue “Acabar con la Corrupción”.   Y díganme ¿quién podría estar en contra de esta consigna? 

Cuatro palabras unidas que hablaban en contundencia.  Pero más allá de estar de acuerdo o no con ello, debemos reflexionar en lo que significa:  Acabar con la corrupción significa un cambio de mentalidad.  Un cambio de nuestras formas de ser y actuar.  En otras palabras, un cambio cívico para crear un cambio ciudadano.

Está muy claro que para que exista un corrupto, debe existir un corruptor.  Y como ciudadanos, es indispensable tener en cuenta que nacimos y crecimos en una sociedad que en mucho y a pesar de muchas evidencias específicas, logró crecer a pesar de la corrupción.  Claro, logró crecer antes del 2018.  A partir de esa fecha nadie podrá negar que la corrupción ha ido en aumento. ¿Cómo lo hizo? Haciendo evidente que para un corrupto debe existir sin duda, un corruptor.

Revisemos. Nadie de los que leamos esta columna podrá negar que ese fue el actuar no tan solo del gobierno, sino de muchos de nosotros: que si el agente de tránsito nos detenía en alguna esquina por haber cometido una infracción, era más fácil arreglarlo “en lo oscurito” que ir a pagar la multa.  Debo decir, en la mayor parte de los casos, pagar la multa era de mucho menor costo que si se daba alguna “aportación” al agente de tránsito).

Otro ejemplo, si íbamos a realizar cualquier trámite gubernamental, para no hacer fila, era más fácil brincarla y sí le dábamos una propina a quien controlaba la fila, por alguna razón nos dejaban pasar antes que a los demás.

Sin embargo, qué sucede, nos quejamos y nos quejamos de la corrupción del gobierno y del tráfico de influencias. ¡Ah!, pero si tenemos algún amigo que trabaja en el sector gubernamental o en delegaciones, le pedimos “apoyo” para resolver nuestro caso lo antes posible.  Si existe alguna plaza disponible, pedimos que nos considere para ocupar esta plaza, se esté o no capacitado. “Total, ya aprenderemos sobre la marcha”.  Eso también es corrupción.

Existimos personas que nos hemos dado cuenta de ello y a tiempo, nos hemos negado a hacer aportaciones, si no nos hemos aventurado a exigir que nos levanten una multa y luego pagarla.

Existimos muchas personas que reflexionamos y mejor nos aventuramos a que el trámite que realicemos se haga en tiempo y forma antes que aportar a alguien para que se “mueva el asunto”.

Existimos muchas personas que hemos dicho ¡NO!.

Al final, el ser corrupto o no, es una decisión de vida y de carácter personal.  Es mentira que un gobierno ahorre miles de millones de pesos al supuestamente combatir la corrupción.  Los pesos y centavos nos los ahorramos nosotros, los ciudadanos cuando en verdad somos nosotros y actuamos como debemos de actuar y con respeto.  Con civismo.

Y más aún, los legisladores, acostumbrados a que nadie les pidiera cuentas, se sirvieron por mucho tiempo con la cuchara grande.  Los ciudadanos, o bien, nos metíamos poco o definitivamente no nos metíamos en esas cosas, con la excusa final de un: “para qué, si nada va a cambiar”.  “Para qué si no me harán caso” y así sucesivamente.  Todo un berenjenal de excusas para no asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos.

Bastaron tres años para que nos diéramos cuenta de lo necesario que era exigir a nuestros legisladores que realmente nos representaran.  Nos tardamos en hacerles ver que de donde reciben sus ingresos son de los impuestos que pagamos todos.  Y por lo mismo que el Ciudadano mismo es el “jefe” de ellos y no al revés. 

El gobierno debe hacer caso a los ciudadanos y dictar normas que realmente representen a todos los ciudadanos y no al revés.  Un gobierno nos representa.  Si no exigimos cómo, para qué y en qué necesitamos que nos representen, entonces nadie nos hará caso.

Lo que sucedió el Domingo de Resurrección fue eso.  La exigencia ciudadana a los partidos de oposición.  Y debemos seguir.  Hay que continuar haciéndolo, pues una primavera no hace el verano, existen otoños y también, muchos inviernos e infiernos.

Si queremos mejores legisladores hagamos lo nuestro.   Ellos también deben aprender a ser verdaderos representantes nuestros.

De lo contrario, ya no podremos quejarnos. Caeremos en lo de siempre “cada país tiene el gobierno que merece”.   La pregunta, ¿México lo merece?

#YaBasta

LINDA L. ESPONDA

Traductor perito.  Miembro de la SOGEM.  Ha participado en diversos recitales y encuentros poéticos y literarios entre los que se encuentran, “Las Mujeres Hablan”, “Eje Central Esq. Con Independencia”, “Encuentro con Poetas Chilenos”. Ha publicado sobre diversos temas tanto financieros como políticos en el diario “El Mexicano” en Baja California. Participando en programas tal como Disyuntiva TV proporcionando cápsulas relacionadas con el sector financiero o del 8 de marzo, día de la Mujer. Impartiendo diversos talleres literarios como, Curso-Taller de Creación Poética, El Fondo de la Forma, Análisis Literario desde el siglo XIX al siglo XXI. Autora del libro Rojo Caín (inédito) (Prólogo por Don Carlos Monsiváis), Cicatriz de Luna (entre otros). En la actualidad imparte cursos y talleres tanto poéticos como de narrativa, como de Ensayo, y labora como bróker para los bancos más importantes de México, en área de Crédito hipotecario.