Dicen que las comparaciones son odiosas, pero a veces pueden ser útiles. Vienen al caso por la triste y cruel historia, no de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, título por lo demás de uno de los libros espléndidos que alumbró el genio y Nobel colombiano, sino de los visones en Dinamarca, un pequeño pero gran país nórdico que tuve la suerte de conocer hace unos pocos años. Un país muchas veces bañado de nieve, con espléndida infraestructura y excelentes servicios sociales y donde su población se indigna si acaso el gobierno de turno pudiera atreverse a anunciar