LAS HILANDERAS DEL DÍA DE MUERTOS....... MIÉRCOLES 7 OCTUBRE 2020

“Alguien, de aquellos tiempos de los abuelos decía: “Septiembre es casi diciembre”, es como si el tiempo volara o simplemente estuviera y nos daba los tiempos para pensar en los finales de todo.

  Por ello, cuando recorremos los campos y vemos cómo avanzan las plantaciones de Cempaxúchitl, las hermosas flores de “pata de león” o “borlas”, con su colores contrastantes, amarillo y rojo fuerte tirando al morado, sabemos que están prontos los “días de muertos,” para el mes de noviembre, se van tejiendo los hilos entre la vida y la muerte…

En nuestros pueblos todavía en las casas y los ranchos se encuentra uno a las tejedoras de “telar de cintura”, niñas y ancianas van combinando sus sueños en los colores y la magia de sus manos, todo es un arte en ellas, algunos le tratan de restar el valor y lo denominan “artesanía” cuando es una obra de arte popular, cada cual en sus sueños y los van tejiendo sentadas en esos tiempos donde se les lleva la vida. Líneas, grecas, figuras de animales entre animales, flores, simbolismos, la magia de la vida y todo esto en las ruecas que van hilando desde los capullos de algodón o los montones de lana pintados o coloreados con las cosas naturales de hace siglos, pretendiendo parar los tiempos y dejando el origen y las raíces en sus manos.

Algunos nos hemos sorprendido cuando desde la China encontramos por los pueblos algunas plantaciones de mora y los criaderos de seda y vemos cómo van coloreando esos delgados hilos y les van dando vida y en ellos están la magia de colores y de las aspiraciones de vida, son rebozos de protección y de guardar calores o proteger de vientos y males de ojo, los hilillos rojos para las muñecas de las manos para proteger del “mal de ojo,” de la envidia dicen en sus sueños y demanda de paz en sus conciencias los que son parte de lo que nos nutre desde el tiempo.

En los campos se van alimentando con amor las flores que serán el homenaje y el recuerdo a los idos y están presentes siempre en nuestros pueblos cada año y varios días, desde el recuero de las ánimas, los muertos chiquitos y los santos difuntos y para tenerlos cerca se les dan bebidas y agua, dulces y platos de todo tipo donde el mole no falta y los tamales de todo y el llanto, los suspiros y los sueños y recuerdos de cada uno, es la liga y el hilo entre la vida y la muerte, es el pensar un poco en nosotros para entender a los que se han ido y así, en esta la mayor fiesta o recuerdo de “indios” es lo que impera a pesar del famoso Halloween que tratan de imponernos para olvidar las raíces y a los nuestros. Dicen que los mexicanos jugamos con la muerte y nos reímos, pues es claro, ni modo que tengamos tantas lágrimas para estar llorando y llenar al mar de los recuerdos, pero no es que no tomemos la raíz con seguridad y con respeto, al contrario, la homenajeamos porque es el inicio de la otra etapa, la que no se conoce y se espera porque al final de todo la materia no se destruye se transforma y la energía queda ahí entre la magia y los sueños.

Los camposantos son llenos de color y de llegadas de todos a rendirles un homenaje hasta donde se puede, unos más y otros menos, todos llevando en el corazón lo que les duele o lo que les alegra y pensando en “nuestra hora”, cuando tengamos que “rendirle cuenta al creador”, muchos, llevan los cantos y la música, pero todos, todos, llevan las flores que algunos dicen son de muerto y cuando en la realidad son los recuerdos de vida, en ese amarillo fuerte tirando al naranja, porque al final, el universo y todo tiene el lenguaje del color con sus tiempos y los platos del hambre, los que calmaron las angustias del diario, los que dan la idea de la abundancia que debería ser de todos y se quedan en pocas manos, algunos, son el resultado de los “antojos” que en verdad son las necesidades del cuerpo para calmar las angustias del alma. Así recuerdo cuando a la abuela mamá Rosa, algunos de sus hijos nos contaban que para que no se diera cuenta de que le metían el diente a la ofrenda de muertos, llevaban popotes del campo y chupaban las tazas de chocolate, y cuando la abuela llegaba a colocar otros platos los llamaba y les decía que se fijaron como habían llegado ya los difuntos a tomar porque se bajaba el contenido sin manchar los lados, así no saben que los vivos se aprovechaban pero así es la fe y así son las tradiciones. Y el marquesote y el dulce de guayaba y los chorizos y los tamales de shala y los tragos de aguardiente y las huevas de pescado y los moles de guajolote y los dulces para los difuntitos y las galletas de figuras de animalitos y las canicas y los trompos y yoyos y esos cantos y canciones de cuna y los recuerdos de los primeros pasos y de cuando se fue perdiendo a lo largo del camino cuando se fuera a estudiar allá ,“abajo”, a la capital y cuando suspiraba recordando al “extrañado”, al ausente, al que llegaría un buen día cambiado pero con los mismos gustos de lo del diario. Esos huevos al comal o los de salsa y chile picante y el chicharrón y la manteca que da el otro sabor y el zacahuili y la barbacoa y su salsa borracha… y así, en varios días vamos pasando los “muertos” y sopla el viento frío aún en las zonas calientes, y en las noches se escuchan los ruegos de las almas que andan sueltas y sus gritos y demandas y ahí están los viejos rezando por ellos, para que se vayan en paz y descansen en el eterno…

Y ahí, entre todo, se ven como casi en los tiempos del frío se limpian los campos o quedan en rastros algunas benditas flores como para homenajear a los que ya no tienen línea para recordarse: las “animas en pena” decían las viejitas y así vamos de año en año, y en Oaxaca o en las zonas de indios, los nuestros que nos nutren las raíces se lleva la más grande fiesta a la muerte para recordarlos en vida… siguen las hilanderas tejiendo en la cintura cercana al ombligo las telas e hilando los colores de sus sueños, la magia de sus manos que van de un lado a otro buscando a las almas que les dan la vida o les sacan los suspiros o las lágrimas, por eso, en México, no hay muertos, todos están vivos, y así, en vez de menos cada día somos más, por eso tenemos raíces fuertes y deseamos alas largas de libertad, no las perdemos.