Tras el naufragio, la vileza

Corría el 14 de abril de 1912 cuando el radiotelegrafista Jack Philips, ignoraba varias notificaciones sobre masas compactas de hielo en la ruta del transatlántico, que no fueron transmitidas al puente de mando.

 Más tarde Frederick Fleet, vigía del gigantesco barco, notó con angustia la cercanía del iceberg, apenas perceptible en la oscuridad de la noche. El primer oficial William Murdoch ordenó un viraje inmediato a babor para evitar la colisión, aunque hielo y acero contactaron a estribor. Una pequeña sacudida, apenas notada por los pasajeros a bordo, sería el preludio del desastre, el fatídico aviso de una de las más grandes tragedias de la navegación universal: El hundimiento del Titanic. El informe de los daños llegó rápidamente a oídos del capitán Edward Smith, quien al comprender la magnitud y los alcances de la catástrofe, se mostró paralizado, dubitativo, incapaz de girar a sus principales oficiales las órdenes convenientes para la rápida evacuación de los pasajeros. Tras un retraso incomprensible en las labores de rescate, se ordenó a la orquesta que "amenizara" el momento para evitar el pánico y propiciar entre los pasajeros una sensación de control y de seguridad. Aunque el barco tenía la posibilidad de albergar 64 botes salvavidas, sólo fue provisto con 20. Cada uno de ellos, con capacidad para albergar a 65 personas, fueron botados al mar y ocupados tan solo con 20 pasajeros, lo que condenó a la muerte a cientos de personas. Cuando el aturdido capitán descubrió el error, conminó a los botes que se alejaban a través de su megáfono para que volvieran por la gente abandonada en el navío; todo fue en vano. El caos se apoderó de las personas y de la tripulación e hizo que surgieran, como en toda catástrofe, los más variados comportamientos humanos; desde las más encomiables y heroicas actuaciones, hasta los más abominables actos de ruindad y de vileza (se dice que alguien, disfrazado de mujer, salvó su pellejo en el interior de los botes, y que otra persona se negaba a ayudar mientras degustaba su brandy). Durante el hundimiento no sólo se aplicó el protocolo propio de salvamento marítimo que dictaba "niños y mujeres primero", sino la ley no escrita que privilegiaba el rescate de los más adinerados; mientras sólo fallecieron el 38% de los pasajeros de primera clase, morían el 58 y el 74% de los de segunda y tercera clase, respectivamente (ahí también había quien se ocupaba de sus clientelas).
Así el enorme y portentoso barco, orgullo del capitalismo británico, quedaría sepultado en el océano a las 2:30 de la madrugada, víctima de la soberbia, de una arrogancia sin límite que se asumía infalible, de la ausencia de previsión y planeación, de la imprudencia y la negligencia, de la falta de acciones coordinadas y dirigidas de la forma correcta, de un capitán paralizado por la ineptitud y la incredulidad que, renuente a emprender las acciones necesarias, intentaba adormecer a sus incautos pasajeros con las agradables notas de una orquesta (no sé por qué, pero apareció en mi mente el inquilino de Palacio) .
La gestión de la pandemia, instrumentada por el Sr. Obrador y sus nefandos matasanos, parece haber sido confeccionada con los mismos ingredientes; y es que el fracaso es, a menudo, el resultado inevitable de una secuencia previsible de malas decisiones, de repetidos errores de evaluación y de juicio, de una sordera necia y orgullosa que ignora los avisos y se niega a tomar las debidas previsiones, de un narcisismo desbordado y sordo que desatiende los consejos de la ciencia y la prudencia. No en vano hemos sido calificados a nivel internacional como el peor de los países en el enfrentamiento de la pandemia. Pero a la desatención inicial de la inminente amenaza sanitaria, a la falta de reacción de nuestro impresentable "capitán" (quien, por cierto, se ofreció desde agosto a colocarse antes que todos el salvavidas de la vacuna "para que no quede duda de la importancia que tiene para nosotros"), a la falta de acciones eficaces para mitigar la desgracia y salvar al mayor número de personas, a la intentona de ocultar con "frases musicales" la magnitud de la desgracia, cabe añadir las distorsiones ideológicas y la falta evidente de planeación y organización en la instrumentación de las próximas campañas de vacunación en contra del coronavirus. Aunque resulta comprensible que sea el ejército el que custodie y distribuya las vacunas, blanco apetecible de la delincuencia organizada, ¿por qué han quedado excluidas las dependencias y entidades de la Administración Pública, tanto federal como local, que forman parte del Sistema Nacional de Salud que, como lo mandata la Ley General de Salud en materia de vacunación, serían las encargadas de "instrumentar los mecanismos necesarios para garantizar la vacunación de las personas"? ¿Con qué propósito encargar al ejército y a la marina una tarea estrictamente sanitaria, cuando en solo unos meses se han encargado de la construcción de sucursales bancarias, de la edificación de un aeropuerto, del apoyo en el combate al robo de combustibles, de frenar la migración a EE.UU., de la administración de puertos y aduanas, de la atención de los enfermos de covid 19 y de la ejecución del plan DNIII en los estados del sur, además de la atención de sus funciones relacionadas con la seguridad interior? ¿Por qué no ha sido convocado el Consejo de Salubridad General con el fin de definir las modalidades de participación de los gobiernos locales y del sector privado, los criterios de distribución y reparto de las vacunas, los protocolos a seguir para la conservación en frío, y la forma de garantizar la protección simultánea y equitativa del personal sanitario que atiende en primera línea a los enfermos de covid 19 en las 32 entidades federativas? ¿Qué sentido tiene, más allá de sus propósitos "ideologizantes", la nueva convocatoria de los médicos cubanos fuertemente repudiados por el gremio médico en su primera visita? ¿Con qué criterios se eligió a la Ciudad de México y a Coahuila como las entidades prioritarias en la vacunación inicial? ¿Cómo se enfrentará el reto de aplicar la segunda dosis exigida para que la vacuna actualmente disponible confiera la protección esperada? Más son las interrogantes que las respuestas que nos proporcionan los malabarismos discursivos del tristemente célebre Hugo López Gatell. Si atendemos a la conocida locución latina " Excusatio non petita, accusatio manifesta" (o lo que es lo mismo, el que se excusa se acusa), me temo que la respuesta a tales interrogantes se encuentra en la propia declaración de nuestro inquilino de Palacio:
"Es sencillo de responder. Primero, la vacuna no se puede utilizar con propósitos electorales. Eso sería ruin, sería una mezquindad"
Efectivamente señor Obrador, tan ruin como tirar al agua un bote salvavidas que podría albergar a 65 personas, con sólo 20 a bordo. No hay motivos para suponer que Usted meterá a los botes a sus fervientes clientelas o que intentará endulzar nuestros oídos con su acostumbrada "orquesta" mientras hunde en el océano nuestro frágil transatlántico, pero el iceberg de la desgracia se aproxima y nada nos hace presumir que ha girado el timón.
Nada más lamentable que naufragar por soberbia, ambición e ineptitud.
Dr. Javier González Maciel.
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina.