La mágica pirámide

"Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable"

Voltaire

Mientras transita por la lógica y libra su feroz batalla contra la subjetividad y las distorsiones cognitivas que emanan de las emociones; mientras se sumerge en la esencia misma de la realidad, alejado de los sesgos de la intuición, del acartonamiento del dogma o de la inflexibilidad del prejuicio; mientras intenta escudriñar el mundo bajo la lente de la razón y de la crítica, aferrado siempre a las bondades del "método", a la solidez del análisis sistemático, a la férrea estructura del entendimiento y la argumentación; mientras abre sus puertas al escepticismo y a la duda para privilegiar lo constatable, para conformar el conocimiento universal, objetivo y verificable que sobreviva al embate de las creencias particulares, el pensamiento racional nos libra de la incertidumbre, nos acerca a la comprensión de las leyes que proporcionan sustento y explicación a nuestro mundo: Sólida plataforma de certezas alejada del mito y la ficción, de los pantanos de  la irracionalidad, de las imprecisiones que pueblan la niebla de las casualidades o de las asociaciones espurias. 

Pero este marco de sólida certidumbre, este hilo conductor que nos permite caminar con firmeza por los oscuros laberintos de la incertidumbre, reclama su demostración, su esencia reproducible, su rigor intelectual; deberá partir siempre del concepto, del juicio y del razonamiento, sólo para volver a ellos una y otra vez, para eludir la puerta falsa donde se alojan las creencias, las apariencias o las preferencias. Ante tal exigencia se abren a menudo las tentaciones del pasado, las fórmulas arcaicas de la existencia primigenia: El pensamiento mágico, esa mezcla amorfa de sentimientos y cogniciones, esa forma de "leer" la realidad que emerge de lo arbitrario, de la desinformación y del prejuicio, ese espacio donde la realidad física y material se confunden con la realidad mental y simbólica, ese foro rudimentario de nuestra mente donde no media el argumento, donde se elude la explicación. Tales fórmulas inacabadas o parciales a las que se aferran la irracionalidad, la ingenuidad o la ignorancia (que contaminan como una plaga el discurso de nuestros políticos, las redes sociales y la opinión pública), conducen a menudo a callejones sin salida, a derivaciones imprecisas de la realidad, a "medias verdades" plagadas de credulidad y de "fe" con las que se pretende combatir la evidencia "reconocida": Ideas cerradas, incontrastables, frágiles como una estatua de arena, carentes de método y de valor factual. 

El pensamiento mágico y regresivo domina ahora nuestra vida pública; se extiende como una plaga para construir el dogma oficial, la verdad irrefutable, la "razón" indiscutible. Y ahí, en el frágil albergue de la irracionalidad y del prejuicio, en el ámbito mismo de la pseudointelectualidad y de la pseudociencia, nuestro inquilino de Palacio (y su abundante estela de imbéciles e ignorantes) construye las soluciones, las fórmulas "salvadoras" que "transformarán" la patria, el "detente" que acabará con la pandemia, los abrazos que desalentarán al criminal, los exorcismos morales que acabarán con las masacres. Cuando entre el deseo y el logro no media la acción, no hay otra cosa que pensamiento mágico, formulismo estéril; suponer que la transformación es un rasgo contagioso, que la mera pretensión garantiza la conquista, es tan solo puerilidad inútil, conducción fatua, promesa mesiánica. 

En su mundo primitivo y mágico reinan la imprecisión, el misticismo, el poder hechicero de la intencionalidad; saldremos a presenciar los festejos patrios, la sólida pirámide luminosa de cartón y "saliva" que al lado de la original, ilumina a nuestros ancestros, solo para dejar atrás y de una vez por todas la inoportuna pandemia; mandaremos nuestros niños a las escuelas protegidos por el aura impoluta de "San Andrés de Loyola" que sostendrá entre nubes su "detente", nos quitaremos del rostro los inútiles barbijos repudiados por la infalible "ciencia" de nuestras ínclitas autoridades sanitarias (criminales impresentables de blanca bata), y elevados a la categoría de "bozal" por la desnutrición cerebral de numerosos políticos (imagino que es debido a que les impide "ladrar", lamerse sus heridas o morder a sus "adversarios"), saldremos a festejar los 500 años de la Fundación de Tenochtitlán que algún imbécil iletrado se saco del fondo de la manga para agradar a nuestro pedestre "Tlatoani" palaciego. 

Así, mientras en el régimen mágico-socialista de Daniel Ortega, su mujer Rosario Murrillo asegura con convicción absoluta hablar con "Rubén Darío" y haber parido en la figura de su hijo a la reencarnación misma de Sandino; mientras Nicolás Maduro recibe a Hugo Chávez transformado en pájaro para recibir su bendición y su impulso hacia la victoria, nuestro charlatán supremo, nuestro Iluminado de Macuspana, convocará a la Nación entera (en medio de la Pandemia) a inmolarse en su mágica pirámide. 

Dr. Javier González Maciel

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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina