Las cuentas amargas de López Obrador

Por desgracia no hay buenas cuentas, y por consecuencia lo único que podemos señalar son las malas noticias para todos los mexicanos que azorados observamos la forma en que se destruye lo que durante mucho tiempo hemos construido,

 comenzando por la democracia y el equilibrio de poderes que ha sido una de las principales y valiosas normas constitucionales que al paso de los tiempos hemos logrado plasmar en nuestra Carta Magna. Ni que decir de nuestra otrora boyante economía que crecía al menos uno o dos puntos porcentuales en cada ejercicio fiscal, y que paliaba las necesidades laborales de las clases rezagadas y reforzaba a las emergentes.

Hasta ahora el resultado de la gestión a cargo de Andrés Manuel López Obrador y destructores que lo acompañan, tiene saldos negativos, sobre todo en materia de crecimiento. En lo que va del año la economía se contrajo 18.9 por ciento anual en el segundo trimestre del año, lo que significa uno de los peores descensos en la historia reciente de este México tan vituperado y desdeñado por quien desde la Primera Magistratura ha hecho todo porque la mayor parte de los mexicanos alcancemos índices de pobreza, con la finalidad de mantenernos como rehenes políticos al depender de las dádivas gubernamentales.

Y habrá que señalar que impacto negativo que ha tenido la pandemia del “coronavirus” en la economía ha sido producto de la estupidez y falta de visión de “hombre de Estado” de quien por ahora rige los destinos del país, a través de ocurrencias y decisiones personalísimas alejadas de nuestra realidad a causa de esa vocación por el populismo rampante que ha destruido a muchas naciones del Continente. Y si a ello agréganos la caída del 2.2 por ciento a tasa anual que la economía tuvo en los primeros tres meses del año, lo que significó la quinta contracción consecutiva, en futuro inmediato se torna caótico, aunque el “"mentiroso mañanero” afirme lo contrario.

Los números no mienten, las actividades primarias como son la agricultura y la ganadería, cayeron 0.3 por ciento de abril a junio frente al mismo periodo del año anterior. Las secundarias, esas que aporta el ramo industrial, disminuyeron 26 por ciento, y las terciarias, es decir los servicios, bajaron hasta un 16.6 por ciento. Y aunque el Presidente de la Republica siga diciendo que “"vamos muy bien”, las estimación que en breve proporcionará el INEGI podría anunciar la devastación que tendremos respecto de las cifras generadas para el Producto Interno Bruto trimestral, mismas que serán publicadas el próximo 26 de agosto, de este año.

Aunque el descenso de 18.9 por ciento anual ha sido propiciado por los efectos de la pandemia, el pésimo manejo de la misma por el Presidente de la Republica ha generado afectaciones considerables que pudimos observar en abril y mayo, meses en que tuvimos que soportar paros de actividades no esenciales y generalización de las medidas de confinamiento establecidas en todo el país, producto de una estrategia fallida para contener la propagación y evitar el deterioro de los procesos económicos. Pero también vale la pena decir que la contracción del Producto Interno Bruto en el segundo trimestre del año ha sido superior a los que se registraron en el 2009 cuando padecimos los efectos de la crisis mundial y de la presencia del AH1N1, cuando la economía bajo 7.7 por ciento.

Definitivamente en este sexenio no hay ni habrá buenas noticias para los mexicanos, y la razón la dio el propio Andres Manuel López Obrador cuando señaló que “la pandemia nos vino como anillo al dedo”, festinando la desgracia de las clases medias y emergentes, a quienes aspira incluir en sus programas sociales para mantener el proyecto de esa mal llamada “"Cuarta Transformación”, que no es otra cosa que el ensanchamiento de la banda de pobreza generalizada para mantener como rehenes de sus ansias reeleccionistas a los pobres y los nuevos pobres. El descenso, también sin precedentes, es la sexta contracción consecutiva de la economía mexicana. Por actividades, las primarias cayeron 2.5 por ciento, las secundarias 23.6 por ciento, y las terciarias 14.5 por ciento. Así de simple la ecuación económica y política de quién pretende perpetuarse en el poder. Al tiempo.

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