LA MANO QUE MECE LA CUNA 14-10-2014

sinpunto

Sin lugar a dudas, lo que está ocurriendo en Guerrero tiene una explicación lógica que para desgracia nuestra no conocemos a profundidad. Ello nos obliga a analizar los hechos y a dilucidar el porqué de las cosas que han desencadenado esta violencia que ensombrece a la Suriana entidad. El saqueo e incendio de las oficinas públicas por una

turba de presuntos profesores, alumnos y grupos beligerantes que se sumaron ayer a las movilizaciones, habla de la descomposición de las estructuras gubernativas y su falta de capacidad para anticiparse, disuadir, contener, o en su caso imponer, el orden. Guerrero tiene una larga historia de conflictos sociales, pero más peso la tradición de sus grupos alarmados. El Movimiento Cívico Guerrerense liderado por Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos, terminó por convertirse en un icono de la lucha guerrillera que se incubó en muchas partes del país durante el siglo pasado.

Pareciera que con los hechos que ayer desencadenaron la violencia en Chilpancingo estamos viviendo el renacimiento de esa parte que se ha colocado en la historia reciente como el icono de la rebeldía. En la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa aún se venera la figura de esos guerrilleros que marcaron el rumbo de las izquierdas de todo el país al final de la década de los sesenta y principios de los setenta. Quienes son aceptados como alumnos de dicha normal, comienzan el adoctrinamiento desde el primer día y se les preparan para seguir el camino de la reivindicación social, aunque muchos de ella la entienden como la destrucción del adversario y la exigencia de cuotas para el sostenimiento de la causa. Por eso, los alumnos salen a botear, porque es una forma de sostener su lucha y mantener presencia en todos lados. Ésa es la tradición guerrillera que existe entre alumnos y maestros.

Hasta ahora los normalistas y sus maestros se han conformado con hacer escándalo y exigir causando destrozos en algunas dependencias públicas, casetas de peaje, y en gasolineras, pero han cruzado ya esa barrera y los actos de ayer se inscriben en el capítulo de los delitos graves que necesariamente deberán tener un freno ya que, de lo contrario, estaremos lamentando la pérdida de vidas humanas, y eso es lo que menos necesita este país. La infiltración del plantel de Ayotzinapa por parte del Ejército Popular Revolucionario es lo que ha provocado que los alumnos salgan a hacer de las suyas, para eso los adiestran sabedores de que no se les criminalizará, pero lo que tenemos que analizar es hasta dónde debemos permitir que sigan cometiendo actos contrarios a la ley que al final pueden ser el detonante de un conflicto social más grave.

Ángel Aguirre Rivero estorba más de lo que ayuda, y se ha convertido en un problema para su partido y para las autoridades federales. Lo que ayer se vivió en Chilpancingo habla de una carencia total de autoridad, pero también de que la Federación ha decidido no entrometerse para evitar un conflicto de intereses. Al final lo tendrá que hacer, porque no se puede andar solicitando y exigiendo justicia cometiendo delitos. Los estudiantes tienen que entender que existen leyes y que los delitos que cometieron tienen sanciones de privación de la libertad. De seguir así, tendrá por fuerza que entrar la Federación a imponer el orden. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.