Paradoja

SINGLADURA

Extraña paradoja confrontamos los mexicanos: un presidente al que se le pide que se vaya y otro que no se quiere que llegue. Así andamos en México.

En amplios sectores mexicanos se escucha la persistente demanda para que el presidente Enrique Peña Nieto deje el cargo ante el cúmulo de problemas que agobian hoy día al país. La lista, ciertamente, es extensa. Todos esos problemas abonan al enorme descontento nacional con el que iniciamos el año. El gasolinazo, la gota que derramó el vaso de la casi infinita paciencia mexicana, es sólo uno de los líos que socava al presidente Peña. Ya pasamos el medio mes y siguen las protestas. Pero no es todo. Qué va. Se anuncian más marchas callejeras, nuevas movilizaciones antes de que termine enero y apenas inicie febrero para presionar al presidente, que hace como que no ve,  y mucho menos escucha.

La inconformidad cunde como pocas veces antes en México, un país donde hasta ahora ha pasado todo y sin embargo no ha pasado nada. El punto de inflexión parece no existir.  Pero quien sabe si ya llegó.

De la larga lista de problemas que generan una insatisfacción nacional profunda hay que mencionar la corrupción, la impunidad, el crimen, la inflación, el desempleo, el endeudamiento de las familias, la falta de expectativa y la congestionada red de  hospitales públicos, la precariedad del ingreso, la pobre administración de justicia, la desigualdad económica y social, los pobres programas asistenciales, la escasez de una oferta educativa de calidad, la falta de vivienda, la deuda pública, la contaminación, el decrecimiento económico, la imprevisión para atender a jóvenes y ancianos, el transporte público precario y caro y una mucho más extensa lista de carencias en este país, como el descrédito de los políticos.

Todas estas carencias y/o falencias suman al mal humor social que ya Peña Nieto aludía hacia finales del 2016. Y lo que viene parece que será peor.

Lo que está por pasar al otro lado de la frontera norte de México complicará seguramente las cosas y abonará a favor del mal humor nacional.

Cuando este viernes 20 de enero se cumpla el plazo inevitable del ascenso al poder del republicano Donald Trump, los mexicanos tendremos algo más de que preocuparnos.  Aún antes de asentarse en la Casa Blanca, el nombre de Trump ya eriza la piel mexicana.

De hecho, Trump ya soltó los primeros golpes de una pelea anunciada. A los mexicanos nos ha llamado criminales, violadores y narcotraficantes. Ha dicho que México no es amigo de Estados Unidos y por si esto fuera poco, ha inhibido con amenazas la inversión en México. Y es sólo el principio. Sigue en pie su amenaza de levantar el muro, cobrar por él a México y castigar las remesas y el comercio. Trump no tiene desperdicio en su odio a México.

Su llegada a la Casa Blanca, prevista este viernes, es lo último que la mayoría de los mexicanos habríamos querido. Y sin embargo, allí viene Trump con su caja de pandora. Amanecerá y veremos.

¿Y Peña? Como el cuento clásico de Monterroso. 

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