Carreón

SINGLADURA

Se llama Nikolás Carreón, nació en la pobreza hace 37 años en Puebla, pero forjó una historia de éxito en Estados Unidos, pese a una seguidilla de episodios tan azarosos como peligrosos.

Hace dos décadas, Carreón, cruzó la frontera de México hacia Estados Unidos. Lo hizo a través de un túnel que construyó con sus manos. Así empezó una historia de éxito forjada gracias a su talento musical. 

Hoy día, Carreón, ya nacionalizado estadunidense, se ufana de ser un exitoso cumbiambero que prevé en las semanas siguientes viajar hacia Sudamérica, en una gira que incluirá Bolivia, Chile y Uruguay. 

De visita en México, Carreón  cree que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, será una oportunidad para los hispanos porque “los hará más resistentes”. 

El próximo 15 de abril, Sábado de Gloria, interpretará sus temas, que el mismo compone,  en El Mirador, en el estado de Puebla, su estado natal. Confía en que reunirá a unas 3.000 personas. 

Además de componer y cantar sus propias canciones, Carreón fundó una empresa de restauración de muebles antiguos, y encabeza la formación de un sindicato de músicos para reivindicar los derechos de sus colegas, que son discriminados en la comunidad latina por sus propios integrantes, y trabajan en condiciones precarias abriendo los conciertos de figuras como Alejandro Fernández o Yuri. 

"Son relleno para abrir eventos de grandes figuras y se les paga muy poco, sin recibir lo que merecen", lamenta en una charla con periodistas. 

Carreón emigró de su estado natal a Ciudad de México cuando tenía 17 años. Su primer trabajo fue de vendedor de tacos. 

Un día decidió “huir” hacia el norte de México sin rumbo ni propósito claros.  "Me fui en un banquito en un pullman a Tijuana sin carné de identidad ni nada", contó. 

Tras un viaje accidentado, fue bajado en Sinaloa, donde pasó dos días sin comer. Hoy recuerda esa parte con jocosidad. “Era el hombre que no comía”, relata. 

Un “pollero” lo pasó del otro lado de la frontera norte de México. Nikolás cavó una zanja con sus propias manos para atravesar e iniciar el “sueño americano”. 

Una mujer le dio cobijo en su casa a cambio de ayuda doméstica. 

"Un día me invadió la tristeza y me puse a llorar porque no conseguía ningún trabajo. Un hombre de Guadalajara me invitó a comer y luego obtuve mi primer trabajo, en el que gané mis primeros 20 dólares, con los que compré víveres: huevo, leche y pan", recordó casi con júbilo. 

Cuando juntó una suma suficiente, envió 350 dólares a su madre, que lo daba por muerto y le escribió que estaba bien. 

Su primer patrón, un hombre de origen iraní, le regaló su primera bicicleta, lo que lo hizo muy feliz. 

 Años después comenzó a cantar en algunos grupos hasta que se independizó. Ahora también escribe sus canciones. 

Las Vegas, Sacramento, San Francisco y Los Ángeles han sido ciudades donde ha dado conciertos. 

"Anduve descalzo y conozco la pobreza a fondo. Ahora soy exitoso y feliz. Soy una prueba viviente de que sí se puede", relató.

Su historia inspira, aun cuando no siempre tienen final feliz.

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