Intolerancia

SINGLADURA

Se fue  Miguel Torruco de la Secretaría de Turismo de la capital mexicana. Bueno, lo fueron.  Mejor dicho, Miguel Ángel Mancera lo despidió por andar favoreciendo los intereses presidenciales de Manuel Andrés López Obrador.

Mancera “argumentó” que pidió la renuncia de Torruco porque “Lo que necesitamos nosotros es que estemos concentrados en la tarea del Gobierno de la Ciudad y para eso se requiere sólo estar en esta tarea", expuso el gobernante capitalino.

En realidad, Mancera mostró su faceta de intolerancia, esa misma que los mexicanos en general estamos criticando en Donald Trump, el bisonte de la Casa Blanca. Es la misma raíz, la misma que impulsa a Trump a expulsar  al diferente. Cuidado si Mancera llega a ser candidato primero y presidente después.

Su accionar con Torruco lo revela como un político que aborrece la mínima diferencia. Repite la conducta del ex presidente George Bush y su malhadada guerra en Iraq. Están conmigo o están en contra mía. Eso trasunta la decisión de Mancera de echar de la Secretaría de Turismo a Torruco, un funcionario que hizo buenas cosas para la ciudad y el turismo.

Así se las gasta Mancera y eso hay que tenerlo presente. Se disfraza de liberal y progresista, pero nada de eso es cierto.

Peor todavía, sus hechos lo contradicen. Aludo a las visitas que el propio Mancera ha hecho por casi una decena de estados del país para promocionar –eso dice- el programa “El Médico en tu casa”, en realidad una punta de lanza para promocionarse él mismo y sus confesos apetitos presidenciales.

En sus giras por los estados, Mancera se ha hecho acompañar por funcionarios de su gobierno, miembros del PRD, para que le allanen el camino y le abran puertas, claro que con cargo al erario del gobierno de la ciudad.

De no ser así, no habría razón por la que Mancera se haya entrevistado con los dirigentes perredistas en las entidades visitadas. Es más, públicamente ha admitido en esas entidades sus aspiraciones presidenciales. ¿Entonces?

Mancera no quiere sombras y juzga con diferentes criterios o raseros sus actos anticipados de campaña y la actuación de sus funcionarios. Quien disienta de mi, que se vaya de una vez, dice Mancera en los hechos. Conmigo o fuera del gobierno, condiciona Mancera, quien de esa forma también hace ver los cargos públicos como un  botín para los incondicionales, den o no resultados.

Se ha criticado y mucho al presidente Enrique Peña por encabezar un gobierno de amigos. Bueno, nadie se sorprenda entonces si Mancera actúa igual y peor porque si eso hace como jefe de gobierno de la ciudad, imagínenlo como presidente del país. Claro que esto último dudo mucho que ocurra, afortunadamente.

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