Venezuela - 31 de Julio de 2017

SINGLADURA

Las elecciones de la víspera en Venezuela para la elección de los 545 miembros del poder constituyente pudieran haber resuelto el cisma de ese país, potencialmente rico por sus recursos naturales, pero estructuralmente pobre por sus controversias políticas que iniciaron hace casi tres décadas cuando el extinto presidente Carlos Andrés Pérez se estrenó por segunda vez en el poder bajo la presunción popular de que conduciría al país de nueva cuenta a la época saudita, y del “tá´barato, dame dos” gracias a un bolívar, la moneda nacional, artificialmente sólido.

Esa presunción popular, que daba por hecho un regreso a la Venezuela saudita bajo el segundo mandato de Pérez, se estrelló sin embargo con el cruento “caracazo”, como se recuerda y denomina la violenta irrupción social contra las medidas draconianas de corte neoliberal que Pérez adoptó entonces como remedio para la crisis nacional. Decenas de muertos, cientos de heridos y daños materiales incuantificables fueron el saldo de ese violento despertar popular en febrero de 1989, apenas unas semanas después de la asunción  presidencial de Pérez.

Visto hoy a distancia, “El caracazo” fue la clarinada de un país que casi tres décadas después sigue sin encontrar un rumbo y mejor destino. La democracia venezolana se ha visto sacudida en ese periodo por al menos tres insurrecciones armadas, el juicio y destitución de un presidente –el mismo Pérez- y la inestabilidad política permanente, sin incluir el colapso económico asociado al derrumbe petrolero de los últimos años.

Aún el ascenso al poder por la vía democrática de Hugo Chávez en 1999, su casi repentina muerte y el relevo de Nicolás Maduro, forman parte de ese periodo oscuro en la historia de Venezuela, un excelente ejemplo de cómo las crisis políticas y el pobre desempeño de sus actores clave conducen a las peores capítulos nacionales.

Con su terquedad e impericia política, Maduro y sus adláteres sólo llevan a Venezuela a un callejón sin salida. La oposición, golpeada fuertemente, tampoco atina a encaminar al país hacia una salida decorosa, pese al sufrimiento y muerte del pueblo venezolano, de un espíritu indómito y digno de destacar, algo que también cuenta y pone un ejemplo a naciones adormecidas y sin músculo.

Acechan los halcones, de derecha e izquierda, que al final son lo mismo. A ambos los anima la rapiña. ¿Qué queda en el medio? Un país que se encamina a una radicalización más intensa y, peor aún, a una confrontación fratricida.

La calma relativa que marcó la jornada comicial de este domingo no significa un triunfo para Maduro y tampoco una derrota para la oposición. El encono y la agudización del conflicto es el panorama venezolano más a la vista.

Ambas partes tendrían que atender el consejo de Winston Churchill: “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. con excepción de todos los demás”. ¿Será posible? Ojalá. Venezuela necesita y merece una oportunidad.

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