La elección

SINGLADURA

A ver. La elección del 18 podría perfilarse desde ahora como un referéndum sobre el modelo de desarrollo del país, con énfasis particular en el esquema económico instaurado en el país hará pronto 40 años si es que no hay ningún cambio.

Sí. A partir del gobierno en 1982 del extinto expresidente Miguel De la Madrid, México inauguró la época de la tecnocracia y con ella el modelo económico de corte neoliberal que con diversos matices y acentos se ha desarrollado desde entonces.

Carlos Salinas, presidente entre 1988 y 1994 “haiga sido como haiga sido”, profundizó el modelo al vincularlo a Estados Unidos y Canadá mediante el Tratado de Libre Comercio Norteamericano (TLCAN), un esquema propuesto por el entonces presidente estadunidense George W. Bush y al que Salinas se adhirió casi con frenesí con la promesa general de que sería la palanca para llevar a México a un estadio de desarrollo propio del primer mundo.

De hecho, fue en el sexenio salinista cuando México se incorporó nada menos que a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el llamado club de los países ricos o de los más industrializados del orbe. México sin embargo y contra lo que se prometió, sigue enfrentando problemas de índole financiera, y registra un rezago persistente en materia de desarrollo, educación y bienestar infantil por citar algunos rubros.

El colapso económico que estalló recién al inicio del mandato de Ernesto Zedillo, seguido de los asesinatos políticos y la irrupción armada del zapatismo, fue de nueva cuenta enfrentado con las recetas neoliberales, el rescate clintoniano y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Nada nuevo bajo el sol mexicano, con excepción de un acentuamiento del derrumbe del bienestar de millones de mexicanos, la mayoría pues del país. ¿Haría falta recordar el Fobrapoa?, una de las peores, si no la peor, transferencias de recursos del país a sectores con la capacidad de  apropiarse de recursos públicos.

Aunque en 2000, México experimentó un relevo partidista en el poder presidencial, éste no cambió ni reemplazó las estructuras económicas y aún políticas superestructurales del país, que más bien persistieron y aún se consolidaron soliviantadas por el foxismo, un relevo gatopardiano pues.

N hablar del sexenio calderonista. Con un mucho menor consenso social derivado del resultado electoral fraudulento, el régimen calderonista medio administró y mal el esquema económico mexicano instaurado en los 80. Si Fox, que llegó al poder con un amplio margen electoral, no quiso ningún cambio, mucho menos Calderón.

La restauración formal del priismo con Peña Nieto reembobinó el modelo neoliberal y alcanzó a impulsar las reformas llamadas estructurales que esta vez fueron más lejos incluso que el salinato al tocar la matriz energética del país.

Las elecciones del 18 tendrán en este sentido buena parte de este escenario expuesto aquí de manera muy apretada o sucinta si se prefiere. Esto habrá que considerarlo cuando vayamos a las urnas y aún antes.

Un triunfo del PRI –previsible por lo demás- marcará la continuación y profundización del esquema económico iniciado con De la Madrid. Esto al margen de quién resulte al final del día el abanderado presidencial. Lo mismo seguramente ocurriría en el caso de un eventual y muy hipotético triunfo panista, ya fuera solo o “enfrentado” con el PRD y Movimiento Ciudadano.

Si ganara López Obrador –algo poco probable con base en un vaticinio objetivo y al margen de filias o fobias- México entraría en un espacio de relativa incertidumbre, quizá saludable, sólo digo que quizás. Habría que esperar cambios. ¿De qué tipo? Aún los desconocemos. ¿Favorables? No lo sabemos y tampoco para quién o quiénes. ¿Negativos? Tampoco.

This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.