Drogas

SINGLADURA

A la luz de sus resultados después de 11 años de instrumentación me pregunto si todavía hay quienes de manera sincera creen que el gobierno mexicano, con todo su aparato de seguridad y aún del apoyo extranjero, es capaz de emerger victorioso de la absurda guerra al narcotráfico.

Planteado de otra forma ¿quién en este país apuesta al triunfo sobre los traficantes de drogas? Digo, seriamente, y sin retórica alguna, esa política mueve más bien a incredulidad y sarcasmo.

Aparte del elevadísimo número de muertes asociados al tráfico de drogas y su combate, agradeceré saber que más arroja la guerra a las drogas que impuso e impulsó en el país el ex presidente Felipe Calderón. Bueno, es claro que la proscripción de las drogas es si no el mayor, uno de los primeros negocios del mundo, una razón de más casi seguramente para persistir en esta actividad, aun y cuando genere todo tipo de males al país y el mundo.

Pero eso poco importa en el negocio del siglo, o de menos, -insisto- en una de las actividades económicas más rentables del orbe. ¿A quién le importa en verdad acabar con la gallina de los huevos de oro? Seamos sensatos. El mundo hoy en día tiene como eje rector la obtención de la ganancia, el mejor negocio, la generación de dividendos. A eso se le llama audacia o astucia.

Por ello estoy convencido de que la actividad del narcotráfico ni será vencida ni dejará de existir. Es un asunto económico fundamental y que por supuesto nada tiene que ver con la moral de las personas y mucho menos con los presuntos deseos de los gobernantes, que de manera reiterativa ofrecen llevar adelante un combate frontal y total del narcotráfico. Suena bien, pero es imposible que gane el Estado en forma cabal.

Hace casi 80 años, un médico mexicano prominente llamado Leopoldo Salazar Viniegra, entonces titular del Departamento de Salud, planteó el drama de las drogas como un asunto médico y no policial, enfoque este último impuesto por el gobierno de Estados Unidos a México.

Salazar Viniegra, me contó el investigador de la UNAM, Luis Astorga, pagó con su puesto la osadía de contravenir los criterios por demás interesados de Washington para hacer de México un satélite de esa política antidrogas con un enfoque criminal, antes que de salud, conforme propugnaba en esa aquello época Salazar  Viniegra.

Los resultados de ese giro en el enfoque al problema del combate a las drogas son palmarios. Y pocos pueden argumentar incluso de manera objetiva y racional que se haya ganado al crimen organizado asociado a las drogas.

En consecuencia y especialmente ahora que se avecina un  cambio de poderes públicos en México, se requiere reconsiderar un  relevo del paradigma en el combate a las drogas. No hacerlo significará la acumulación de muertes y ganancias económicas para los practicantes de este voraz y criminal negocio.

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