Cuauhtémoc

Singladura
Ya es gobernador en Morelos, un estado donde el crimen y la violencia se han enseñoreado hace muchos años en buena parte por los pésimos gobernantes que
ha tenido, y que incluyen una larga lista con nombres de infausto recuerdo para los morelenses como el más reciente de ellos, Graco Ramírez, entre otros como Sergio Estrada Cajigal, acusado de relaciones con el narcotráfico, aunque nunca procesado.
También fue gobernador de Morelos el polémico Jorge Carrillo Olea, un militar en retiro de alta graduación, que chocó con el presidente Ernesto Zedillo en un contexto de incremento del secuestro en esa entidad.
Ahora entra al quite el Cuau, un popular ex futbolista del que casi todos los mexicanos sabemos algo. Cierto, este ex futbolista como cualquier ciudadano mexicano es ciento por ciento elegible de acuerdo con la constitución política del país y aún del Estado de Morelos. Nada raro hasta allí, pero al menos me pregunto sobre la idoneidad del personaje para ocupar la titularidad del Ejecutivo estatal, que recibe de ribete en condiciones muy maltrechas para decir lo menos.
Quizá resulte temerario anticipar nada sobre la gestión que recién estrenó Blanco, pero tampoco nada parece garantizar en su nueva encomienda su exitoso historial futbolístico, que sería insuficiente por ajeno a un medianamente aceptable desempeño político. Se entiende la elección de Cuauhtémoc en un estado vapuleado y donde los ciudadanos no sólo revelan hartazgo por los políticos tradicionales, sino y esto si parece grave, una alienación electoral peligrosa, que se viene repitiendo en distintos ámbitos del país y que aún puede constatarse en figuras políticas fuera del país.
Son citables los casos del ex comediante guatemalteco Jimmy Morales, hoy envuelto en una serie de escándalos de corrupción que vinculan incluso a su familia, o del ex presidente peruano, Alberto Fujimori, hoy en una patética situación personal tras la anulación de un indulto otorgado en diciembre de 2017 por el destituido mandatario Alberto Kuczynski, quien renunció al poder.
Sobra decir que el gobernador Cuauhtémoc carece del perfil mínimo idóneo para ejercer una gubernatura, pero se ha beneficiado del desencanto de la política que permea a vastos sectores nacionales, que sin mayor oferta política creen que figuras de la farándula y aún del deporte, podrán hacer un poco mejor las cosas. Es este fenómeno el que explica la elección de esos personajes, populares, sí, pero que poco o nada prometen con su desempeño a quienes los eligieron. Es la expresión más acabada de la frustración política.
Sólo deseo en verdad equivocarme, pero todo indica que no será sencillo ni mucho menos productivo el gobierno de un ex futbolista, rodeado de amigos y colegas o gente cercana a la actividad central que le dio éxito y lustre. Ojalá la improvisación y un perfil inadecuado no vayan a cobrar facturas demasiado altas a Morelos, que aún podría caer más bajo dentro de la escala que hoy ocupa entre los diez estados más inseguros del país. Y si lo duda, vamos a dejarlo al tiempo.
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