La consulta

Singladura
A ver. Supongo que a lo largo de los próximos seis años el gobierno del presidente electo Andrés Manuel López Obrador tendrá numerosas oportunidades de dejar
testimonio en los hechos de su vocación democrática a carta cabal. Más bien, estoy seguro.
Podrá reeducar al pueblo para que cada vez más participe en forma directa en las decisiones que lo afectan o puedan impactarlo. Se trata de un propósito loable en sí. Ojalá se concrete para que de una vez por todas se abandone la acendrada práctica de quejarse de todo, pero actuar en nada. De lograrlo, López Obrador se anotará un éxito notable en la tarea de refundar el país en la que él mismo se embarcó y con la que cautivó a un amplio segmento del electorado nacional.
Sí, falta que los mexicanos le entremos al compromiso de la acción para impedir que el gobierno, el próximo de López Obrador, y los que sigan, renuncien a hacer y deshacer del país como si fuera su coto propio y como si el poder que ejercen les resultara de su propiedad exclusiva y no se les confiriera para actuar en nombre y beneficio del país, que es cada uno de todos nosotros.
Buena parte del rechazo que los electores expresaron el uno de julio pasado se incubó en el desprecio de los gobernantes hacia los gobernados durante décadas, en esa convicción absoluta del poder de que las cosas se hacen de tal o cual forma porque lo digo yo, o si acaso una camarilla en el poder, una manifestación simple del presidencialismo histórico en México, expresado en términos casi inconcebibles e increíbles.
Ahora, López Obrador quiere refundar la república. Menuda faena. Sólo en ese contexto es que entiendo su interés en someter a una consulta popular la construcción o no del NAICM, una obra que se estima hasta ahora demandará una inversión de unos 13 mil millones de dólares.
En vista de que desconozco todo sobre aeronáutica, me avengo a la opinión de los expertos, y en particular de la emitida hace unos días al diario La Jornada por el director del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Luis Agustín Álvarez Icaza Longoria. Me identifico con sus conceptos sobre el NAICM.
Dice  Alvarez Icaza Longoria que la decisión de continuar o no las obras del NAIM en Texcoco debe tomarse con criterios técnicos antes que democráticos. Primera coincidencia. Y ni siquiera será una consulta democrática la que se realice entre el 25 y 28 de octubre próximo a juzgar por sus números. Una sola pregunta, entre 500 mil y un millón de potenciales electores y apenas un medio millar de municipios. Es decir, adolecerá de una representatividad real.
Argumenta Alvarez Icaza Longoria la conveniencia de atender las conclusiones de la consultora Mitre sobre aeronáutica, algo no hecho en Santa Lucía. Después de todo, apunta este universitario, los aeropuertos se hacen del cielo hacia abajo y no de la tierra hacia arriba. ¿Qué se hunde la zona? Cierto, pero el punto está resuelto desde el punto de vista ingenieril.
¿Y qué hacer con los más de cien mil millones de pesos, ya invertidos en el NAICM? ¿No importan?
Creo que bastaría que el gobierno de López Obrador revise los contratos y se ejerzan las acciones judiciales pertinentes. Dudo que el resultado de una encuesta pueda y deba definir el futuro de una obra de infraestructura de gran envergadura para el país, así se pretenda justificar como el máximo recurso de una democracia.
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