Emigrantes

Singladura
Una cosa debe estar clara cuando se habla de emigración: nadie se va de su país nomás porque sí o nomás así. Cuando alguien decide abandonar su país
siempre lo hace porque piensa que estará mejor en la nación que elija o se le proponga como destino. Esto en el mejor u óptimo de los casos. En general se abren estas situaciones con base en propuestas de gobiernos, universidades o empresas. Hoy día es cada vez más frecuente que se registren estas así llamadas “oportunidades”, que en efecto lo son. Viajar a un país diferente al sitio de nacimiento y radicar allí, resulta casi siempre un privilegio, pero sobre todo una oportunidad inigualable de aprendizaje, experiencia, conocimiento. Esto es una cosa, sin duda. En estos casos, siempre hay una preparación, que incluye por supuesto la documentación migratoria pertinente. Aún con esta documentación para el internamiento en un país distinto al propio, en ocasiones hay problemas, riesgos o situaciones imprevistas. Las menos, claro, pero las hay.
Pero hay muchos otros casos, la mayoría me parece, que la decisión de salir del país de origen se adopta bajo presión de una situación límite, que puede llegar a tornarse en el dilema extremo de verse obligado a decidir entre la vida o la muerte. Lo digo sin exageración alguna. Es el caso de miles de mexicanos que cada año salen del país rumbo predominantemente a Estados Unidos como última alternativa de sobrevivencia, económica la mayor parte de las veces, pero no únicamente. Conozco casos de personas que han tenido que emigrar de México para impedir la muerte física. Otros compatriotas están imposibilitados de retornar a México y sufren por ello. Sé de personas que han muerto en el desierto por atreverse a regresar a México para por ejemplo despedir a un ser querido fallecido. Pagan su osadía con sus propias vidas. Muchos más saben que volver al país, a su país, significa casi casi morir de hambre por la complejidad de las circunstancias que los atenazan. A veces se llega a pensar en lo increíble, pero le aseguro que ocurre.
En esto hay que pensar sobre los cientos de hondureños, mujeres y niños entre ellos, que están transitando justo ahora hacia Estados Unidos, donde el impresentable Donald Trump los espera con un garrote que pretende extender hasta Centroamérica y México, claro, con la finalidad manifiesta de frustrar su avance hasta la frontera estadunidense. Aquí hay sin embargo otra variante, también casi increíble. Estamos a sólo 16 días de las elecciones llamadas de medio término en Estados Unidos. Trump se juega cuatro años más en la Casa Blanca, una posibilidad malvada y un peligro enorme, allí sí, no sólo para Estados Unidos, sino para el mundo completo.
¿Usted cree en las casualidades? Podría ser, pero nunca hay que desdeñar las causalidades. Trump mantiene extendido su brazo con todo y garrote. Otra vez, como ya casi nos está acostumbrando, quiere salirse con la suya. Imagine usted por un momento cuánto podrían ayudar los emigrantes hondureños a fortalecer, incluso sin proponérselo, los argumentos de Trump contra los indocumentados. Después de todo, según Trump, los inmigrantes mexicanos “traen drogas, crimen, son violadores”. Más recientemente los llamó “animales”. Dudo que Trump considere distintos a los emigrantes hondureños. ¿Querría eso un enorme número de electores estadunidenses? Es la política y para algunos en ese arte se vale todo.
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