¿Adiós al PRI?

SINGLADURA

César Augusto Santiago Ramírez, un veterano de la política y militante del PRI por casi 60 años, puso esta semana
su renuncia en la oficialía de partes del Tricolor. El hecho sería baladí de no ser por quien es Santiago Ramírez. Comenzó como “chalán”, según él mismo ha admitido públicamente, en tiempos del ex presidente Luis Echeverría. Diputado, senador, dirigente partidista, estratega electoral, funcionario de alto nivel, amigo entrañable del asesinado Luis Donaldo Colosio y hasta cónsul en Boston, conoce a fondo las entrañas priistas y sin embargo, hoy dice que el PRI es sólo “un cascarón”, un organismo partidista “insoportable”, que dijo en entrevista al periodista Alberto Carbot, “perdió el rumbo, esencia y valores fundamentales”.
Niega Santiago Ramírez, oriundo del sureño estado de Chiapas, que el PRI vaya a desaparecer. “No es tan fácil”, establece, pero suelta que la base que le queda “ya no le es suficiente para ganar elecciones”, la esencia, el objetivo, la justificación de la existencia de cualquier partido político y augura incluso que “este año, el PRI no tendrá mayores oportunidades de hacer ya gran cosa”.
Sin alardes, ni siquiera en su escueto texto de renuncia, Santiago Ramírez puso fin a su prolongada militancia en un partido que en su opinión “se olvidó que es un partido político y se quiso convertir en un vocero de la ineptocracia del gobierno de Enrique Peña Nieto”.
En lugar de formular propuestas –como por ejemplo exigir una reforma del poder y mostrar que tiene idea y razones para seguir vivo en la vida política del país–, con Enrique Ochoa Reza, como presidente del CEN, el PRI se convirtió en vocero de las ocurrencias del gobierno de Peña y naturalmente que eso la gente lo repudió de forma brutal, expuso.
¿Haría falta añadir algo? Parece que al PRI le ocurrió lo que al partido venezolano Acción Democrática (AD). Lo mismo que está pasando en las filas del PAN y cuyo paralelismo ubico entre los socialcristianos de Copei, también en Venezuela. El prolongado ejercicio del poder en el caso de AD y su relevo alternativo por Copei, los desgastó en mucho, en un grado que hizo posible el surgimiento de Hugo Chávez y la permanencia de Nicolás Maduro. 
La soberbia del poder, los abusos de todo tipo, la corrupción, pero sobre todo el desapego y aún la traición a las bases, fueron –me parece- el fango donde se hundió el PRI, lo mismo que el PAN que perdió una oportunidad histórica de rehacer la práctica del poder y de ganar la reinstitucionalización del país. Hoy ambos partidos naufragan desafortunadamente en sus propias miasmas sin que a la vista vislumbren un mejor horizonte.
Resulta difícil predecir y mucho menos asegurar su extinción, pero es un hecho que los liderazgos de ambos partidos evidencian un aturdimiento que los complica y los coloca en alto riesgo. Santiago Ramírez es una lectura crítica y una voz de alerta aguda.
  
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