El divorcio

SINGLADURA
El divorcio o separación de dos personas es cosa común y corriente en México
y el mundo. Nada sobresaliente. Cifras del Inegi revelan que en los últimos 18 años, el porcentaje de divorcios se disparó en el país hasta un 136,4 por ciento. Cifras de otras fuentes indican que 35 de cada cien parejas se deshacen cada año en México. Nada raro, insisto, en la vida de las sociedades, más aún en las modernas, en donde por un quítame allá esas pajas, las personas rompen sus nexos afectivos, amorosos o de cercanía y apoyo mutuo o procreación. Así que el tema del divorcio, si bien con un impacto social importante, es en términos generales un asunto más bien de naturaleza privada que incumbe esencialmente a quienes transitan por ese estado de la vida.
Sin embargo, las cosas cambian cuando se trata del divorcio de una pareja presidencial como la que intentaron Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, una fórmula presidencial podría decirse ahora una vez ya confirmada por la propia ex actriz la “tan dolorosa” decisión de divorciarse del ex mandatario, que ni tardo ni perezoso y apenas a unas semanas de ceder la estafeta presidencial, ya anda de cusco como dijeran nuestras abuelitas.
El divorcio de esta fórmula presidencial tiene por supuesto otras lecturas, éstas sí de impacto directo en la vida pública del país, así muchos podrían decir quizá pues “a mí qué me va o qué me viene”. Pudiera ser así, pero insisto en que el hecho revela la falsedad personal y pública de los protagonistas y el engaño de éstos al pueblo de México, con su cauda honda y larga de despilfarro a costa del erario nacional, sobradamente comprobable, de abusos sin fin y de una muy elevada probabilidad de corrupción como parte de un proyecto político que lesionó al país en un grado superlativo.
De la Casa Blanca, un escándalo denunciado en 2014, poco o nada habría que agregar, salvo que fue el torpedo que hizo blanco en la línea de flotación del peñismo que marcó el inicio del fin del tormentoso sexenio. Extravagancias de todo tipo, lujos desmesurados, viajes costosísimos y desaires mutuos entre la pareja en el marco de visitas de Estado y ante jefes de Estado y soberanos, se añadieron a la extensa lista de agravios a México y su pueblo. ¿Y los niños de la pareja? Por las mismas.  Paulina Peña Pretelini anunció el estilo de la nueva familia presidencial al llamar “pendejos” y “prole” a quienes criticaron a su padre por el desaguisado en la FIL de Guadalajara en diciembre de 2011.
En su último informe de gobierno, Peña Nieto hizo llorar a su familia cuando públicamente les agradeció el apoyo, la compañía y la fortaleza que le dieron. Hubo lágrimas de Angélica, Sofía Castro, Paulina Peña y Alejandro Peña.
Es bien conocido que la pareja se formó como parte de una estratagema para alcanzar la presidencia y que incluyó, según la periodista Sanjuana Martínez, un catálogo de actrices. Así empezó la historia, así se mintió al país, así nos fue al cierre de este capítulo vergonzante para sus protagonistas y quienes lo alentaron. ¿Qué nos queda todavía por ver? ¡Podredumbre humana y política!
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