Gana la barbarie

Tres hechos sangrientos en menos de una semana, más de una treintena de víctimas fatales, uso de armas de alto calibre,

 terror en la capital de un estado durante largas horas, fuga de al menos una veintena de reos y la sensación pública de que la cosa en materia de seguridad pública está de la chingada ¿serán suficientes para que el presidente López Obrador tome ahora sí el toro por los cuernos? ¿O seguirá escurriendo el bulto? De la misma manera en que lo hizo la víspera cuando en el AICM sólo refirió que el gabinete de seguridad se encontraba reunido y que serán “ellos” –no yo, faltó decir- quienes informen más tarde sobre el tema.
Hábil, astuto, un político con un colmillo que hace surco en la tierra, sin duda, López Obrador dejó el tema de la cruenta balacera y pánico ciudadano en Culiacán, convertido en escenario de guerra, en manos del gabinete de seguridad. El voló a Oaxaca. Tomó distancia tras desvanecerse en el tobogán de las instalaciones aeroportuarias.
Cerró la pinza el coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, al llamar “a cerrar filas” nada menos que con el presidente de la República. Monreal recurrió al manido recurso de culpar a los gobiernos anteriores del estado de cosas en materia de seguridad.
¿Hasta cuándo asumirá Morena su responsabilidad de gobierno? ¿O nos condenará el gobierno de Morena al purgatorio de los pecados del pasado? ¿No es tiempo ya de llamar a cuentas al gobierno federal del país que asumió hace casi un año y más de un año si se toma en cuenta el periodo de transición, cuando prácticamente terminó la gestión de Peña Nieto?
Peor todavía, si asumimos los largos años de campaña del hoy presidente de la República, quien como nadie más tuvo la oportunidad de conocer los grandes y graves problemas del país y se supone debía no sólo tener un diagnóstico claro y preciso, sino sobre todo, un plan general, pero perfectamente articulado para enfrentar los peores males del país. ¿O no? ¿O deberemos los mexicanos –hayan o no votado por él- esperar muchos años más para atestiguar al menos los primeros resultados de una gestión sexenal?
Sería infamante que a la luz de los hechos –que no invenciones ni ´fake news´y tampoco de los adversarios muertos moralmente- en Aguilillas, Tepochica y Culiacán, se insistiera en las recomendaciones de “abrazos, no balazos”, o las expresiones de “fuchi”, “guácala” o, peor aún, en la advertencia de recurrir a las madres y abuelos de los criminales para pedirles que les den un jalón de orejas o hasta unos zapes a esos “malcriados”.
Los hechos de la víspera, no ocurridos ni siquiera en los gobiernos funestos de Calderón Hinojosa y Peña Nieto, deben marcar un punto de inflexión definitivo para el gobierno de López Obrador, quien deberá comprender que frente a un asunto de seguridad nacional como el planteado en Culiacán, no se puede seguir escurriendo el bulto. Es tiempo de actuar con inteligencia, con el uso legítimo de la fuerza del Estado, con seriedad y sobre todo con una visión de Estado que urge ya para preservar a México de la barbarie, que de manera demasiado peligrosa gana cada vez más terreno y aún tiende a consolidarse con expresiones crecientes en diversos ámbitos del país.
Pésimo indicio, sin embargo, que el titular de Seguridad Ciudadana, Alfonso Durazo, haya reconocido que ante la superioridad en número de los criminales, se acordó la suspensión de acciones como manera de salvaguardar a la sociedad culiacanense. Es decir, dicho de manera simple, ganaron los criminales. Y se llevaron a Ovidio. ¿Seguirán haciéndolo? ¡De horror!
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@RobertoCienfue1