Paradojas de la 4T

Vaya paradojas que registra la denominada Cuarta Transformación (4T). Una, entre las más evidentes es el impulso denodado a favor del Tratado

 Comercial México, Estados Unidos y Canadá, el llamado T-Mec, nieto del acuerdo suscrito en 1994 por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, el némesis de Andrés Manuel López Obrador.
Apenas en mayo del 2019 y ante la amenaza del bisonte que habita hoy día la Casa Blanca de imponer aranceles progresivos a las exportaciones mexicanas a partir del 10 de junio de ese año, el gobierno de la 4T se apresuró a complacer a Donald Trump. Estrenó a la flamante Guardia nacional y la activó como brazo antiinmigrante. Contuvo una embestida del bisonte, que no se tienta el corazón y le valen un cacahuate los 30 millones de votos que se embuchó López Obrador en julio pasado.
Se hicieron todos los esfuerzos, claro, todos, para impedir que el T-Mec, antes Tlc, pudiera salir abollado por una embestida del bisonte Trump, y qué digo abollado, siquiera tocado por el pétalo de una rosa. Y no es que resulte erróneo defender el T-Mec. Por el contrario, al menos en este tema se entendió su importancia, aun y cuando su nacimiento haya sido fruto de Salinas de Gortari, casi casi el padre del neoliberalismo en México y némesis –insisto- de López Obrador.
La 4T, esa que tanto presume su naturaleza radicalmente diferente a todos los gobiernos “neoliberales” que la antecedieron en el uso del poder, pues resulta que en el tema del comercio libre es igual, igualita a aquellos que tanto repudia, en un estandarte que la catapultó a los cuernos de la luna. Paradoja pues para no hablar de contradicción entre su ideario y su práctica, en la que es posible acomodar de todo como en botica pues.
Hay que aclarar sin embargo que más allá de esta paradoja flagrante, el T-Mec es bueno para México, así tenga el sello del “neoliberal y corrupto” Salinas de Gortari, considerado de esta forma por la 4T.
Imagínese, sólo el comercio bilateral entre México y Estados Unidos irá de 600 mil millones de dólares a más de un trillón de dólares –una cifra casi inimaginable- “en menos de cinco años”, nos ilustra Larry Rubin, presidente de la Comunidad americana de México, que incluye a todas las empresas americanas/inversión americana en el país y a los más de dos millones de estadunidenses radicados en el país, al igual que cerca de 100 organismos no gubernamentales que operan en México.
La pregunta obvia y de cajón entonces: ¿es de izquierda o no, el gobierno de la 4T? ¿O es más bien como decía el filósofo popular venezolano? ¿Qué decía? Pues conforme vaya viniendo vamos viendo, así pian pianito.
Otra paradoja. La 4T, tan defensora en el discurso de los derechos de trabajadores, sindicalizados y empleados de base, pues resulta que echó, y lo sigue haciendo, a la calle a miles de empleados del Estado sin que se conmoviera un ápice. Peor todavía: lo hizo sin respetar leyes ni derechos laborales. La embestida vino esta vez desde adentro de México. Leyes pisoteadas, derechos truncados y una arremetida antilaboral como ni siquiera se registraron en los gobiernos “neoliberales y corruptos” que precedieron a la 4T. Y a ver hágale como quiera y si alza la voz, peor le va. En resumen: jódase sin chistar. Así andamos.
Las cifras de desempleo al cierre del 2019 –el primer año del “cambio de régimen” como pregonan- revelan la pérdida de más menos 500 mil empleos. Más todavía: a duras penas se crearon 360 mil nuevos empleos, la mitad en promedio del número de puestos de trabajo que registraban los gobiernos “neoliberales y corruptos”. ¿Con quién es mejor, o menos malo, si se prefiere? ¿O como nos enseñó la célebre chimoltrufia: “pos ya sabes que yo como digo una cosa digo otra”.
Ya sólo de ribete, está en marcha una política de austeridad. Qué bueno, magnífico. Comparto la idea y más aún, el ejercicio de un esquema austero de gobierno que suprima sobre todo los excesos, abusos y boatos que sabemos imperaron en México durante décadas. Pero hay una evidente contradicción entre esa política y el costo por ejemplo de enviar el avión presidencial a un hangar en Estados Unidos y devolverlo, después de más de un año, a México con un costo para el erario público de al menos 30 millones de pesos. Seamos simples. Es claro que todo lo que no se usa sufre deterioro o pérdida. El asunto del avión presidencial y su venta fue más un símbolo que redituó políticamente a la 4T, pero que costó a los bolsillos mexicanos. Ah, pero si usted observa esto y lo dice, pues la receta es invariable: es usted un corrupto, un fifi o un neoliberal. Ajá. Paradojas puras.
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@RobertoCienfue1