Incertidumbre y esperanza

Nos movemos en México estos días de pandemia entre la incertidumbre y la esperanza, dos emociones

 profundamente humanas que libran un duro duelo y cuyo resultado será crucial para el futuro nacional.
Incertidumbre acrecentada en grados superlativos tras la súbita aparición del Covid-19, un demoledor bicho microscópico que de entrada ha hecho trizas prácticamente todos los presupuestos de la vida pública, privada y social de este país, como en la mayor parte de las naciones, con excepción de un puñado (Dinamarca, Noruega, Taiwán y unas cuantas más).
El bicho, proveniente como sobradamente sabemos de la ciudad china de Wuhan, nos arrebató a casi todos los mexicanos en un santiamén las pocas certezas que pudiéramos haber tenido individual, familiar y socialmente, al grado de que hoy día desconocemos siquiera si tendremos salud y vida cuando el fenómeno amaine y/o sea sometido a control con base en la inmunidad, la vacuna o el fármaco, hoy el más buscado del planeta.
¿Qué pasará? Prácticamente nadie lo sabe pese a que proliferan todo tipo de pronósticos, estudios y sesudos análisis en todos los campos del conocimiento humano, la especulación, charlatanería e incluso el mundo del vaticinio mágico.
Pero me parece que el Covid-19 marcará un antes y un después en la historia humana contemporánea, aunque tampoco sabemos al menos en estos días cuáles y de qué magnitud o grado resultarán los principales cambios.
Intuyo sin embargo que el Covid-19 no dejará prácticamente títere con cabeza debido a su potencial destructor y aún transformador de la vida humana.
En sólo cuatro meses desde que fue anunciada su presencia, el coronavirus logró ya trastocar los cimientos mismos de la economía y la salud mundiales, dos áreas críticas que tendrían que entrar en una recomposición estructural de escala planetaria bajo los parámetros que animaron el siglo pasado la concepción y construcción del nuevo andamiaje global. Algo similar quizá a los acuerdos de Bretton Woods para rediseñar un nuevo orden económico internacional. Habrá que ver por supuesto el grado de inteligencia, sensatez y voluntad política para esto.
En el ámbito sanitario los cambios también podrían y deberían ser profundos, en particular cuando diversos expertos anticipan la presencia prolongada del virus, al grado de que muchos prevén que éste llegó para quedarse por un largo tiempo. Al menos en las escalas nacionales, los gobiernos y las autoridades sanitarias tendrán que atender, pero también replantear los sistemas de atención médico-asistenciales.
Seguramente el Covid-19 dejará lecciones notables sobre la importancia de que los estados nacionales y aún los organismos sanitarios de alcance mundial dispongan de esquemas de respuesta rápida y eficaz para contener enfermedades y aún pandemias futuras.
En México es esperable que el gobierno de la 4T, el único que tenemos, asuma la tarea de evaluar las lecciones y acometa los cambios que seguramente e inevitablemente demandará el país todo para enfrentar los saldos que se avecinan en materia económica, sanitaria, social y política. Si no lo hiciera con sensatez, inclusión, estrategia, sensibilidad y apertura, el país podría descarrilar con un costo inconmensurable y aún de pronóstico reservado, pero casi seguramente catastrófico. De éstos y otros factores críticos, dependerá sin duda la manera en que la 4T pasará a la historia. Creo que la 4T todavía tiene tiempo para proyectar un futuro menos aciago del que se vislumbra ahora mismo o llevar al país al siglo XIX.
Pese a la infausta circunstancia nacional y un panorama que se vislumbra complejo en alto grado, asumo que la mayoría de los mexicanos mantenemos indemne la esperanza de que de ésta también podríamos salir más o menos bien librados aun y cuando desconozcamos los saldos, que no se anticipan menores. Pese a los costos de esta gravísima crisis tengo la convicción de que seguiremos aferrados a la esperanza por una razón esencial: la alternativa es aterradora.

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@RobertoCienfue1