El teatro nacional

Es curioso. También muy llamativo. Es más, resulta hasta evocador de los cuentos sobre detectives, investigadores, policías y sabuesos construidos con la parsimonia del imperdible Gilbert K. Chesterton.

  Traigo este apunte, o recuerdo literario si usted prefiere, ante el inusitado escenario nacional que tenemos el privilegio de atestiguar por estos días. Como telón de fondo, tan en el fondo como preferiría verlo en la prensa del país el presidente Andrés Manuel López Obrador según él mismo ha confesado y hasta reclamado, observamos los dramáticos estragos de la pandemia, cuyas cifras añaden escalofrío y generan minutos de silencio –para las víctimas silencio eterno-, una economía colapsada que contrasta ya en forma aguda y muy en desventaja hasta con el mediocre crecimiento de la época neoliberal, una auge impensable hasta hace muy poco de la pobreza, lo mismo que de la criminalidad, aunque desconozco si en idéntica o similar proporción a la reproducción acelerada del número de pobres. Y aún hay más, como decía el famoso y ya desaparecido conductor dominical de Televisa.
Se añade al escenario, o al telón de fondo si prefiere, el pleito directo y frontal desde Palacio Nacional entre nada menos que el hoy titular del Ejecutivo federal y aquel otro que se le adelantó 12 años en el camino por una diferencia muy mínima “haiga sido como haiga sido” para usar una frase también clásica en la grilla vernácula y sin que emplearla, citarla o repetirla –que quede claro- signifique aval alguno en ninguna forma. Más todavía. Este pleito entre dos pesos completos de la política nacional pone al descubierto la profundidad del cambio al romper la regla no escrita de una antigua ortodoxia presidencial, que incluía el silencio sepulcral si no el exilio dorado. Pero eso se derrumbó porque ya nada es igual. Es más, todo es diferente, incluyendo los actores.
De pronto y casi de manera inesperada entra al escenario nada menos que el Fiscal General de la República. Sí, don Alejandro Gertz Manero, enfundado en un terno color gris, muy minimalista al incorporar las típicas tres piezas que lo caracterizan. Añade la corbata y la camisa en igual tono. Serio, serio, pues. Como sacado de la chistera, y en forma oportuna por lo demás, se proyecta un video sobre el “individuo” del momento, al que el fiscal Gertz Manero nombra sólo como “Emilio L”, supongo que con la intención de abreviar, preservar la identidad del pájaro cantor, y para que el respetable imagine e intuya, y con ello imprimir un giro incluyente y participativo como debe ser en una genuina democracia. El video, con una duración de 4 minutos y 27 segundos, revela precisa y justamente lo que ya era un secreto a voces. Nada nuevo. “Emilio L” fue casi casi víctima de bullying o de un compló de los muy malos o verdaderos villanos del momento, conforme el guion. Supongo que el doctor Gertz Manero, titular de una fiscalía independiente, guarda y acata a pies juntillas más que una sana distancia de Palacio Nacional por aquello de la Covid-19. Además, está la enorme plancha del Zócalo como parte de la coreografía de acceso prohibido.
Hay otros personajes que también juegan en el escenario, aunque quizá en papeles secundarios hasta en tanto no se diluciden bien sus perfiles. En locaciones distintas, sin que hasta el momento quede del todo claro su papel, uno o varios villanos dan muerte al papá de un político de alta estirpe ligado al máximo poder atlacomulquense. La hipótesis del trabajo inicial a cargo de la policía plantea un vulgar robo en casa-habitación. Un costo demasiado alto a cambio de parte del menaje domiciliario.
Otras pinzas se cierran en el escenario con casi una veintena de órdenes de arresto contra otros tantos personajes asociados hasta hace poco al poder, entre ellos una mujer –siempre debe haber una Ella en cualquier trama que se respete y ésta no es la excepción, claro- y un sabueso de altos vuelos, ahora venido a menos por motivos o razones nunca antes conocidas e inexplicablemente tampoco averiguadas como habría correspondido para justificar el nombramiento de un cargo policial de alto perfil en un escenario sensible y de alto impacto. Raro. Curioso. La obra apenas comienza en un escenario totalmente inesperado, pero especialmente dramático y en el que los actores están llamados dar lo mejor de sí porque está en juego el inmueble mismo que alberga el teatro. Es la tercera llamada, tercera. Si al menos Chesterton viviera.

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@RobertoCienfue1