Zoon Politikon

El presidente tiene toda la razón cuando afirma, como afirmó el lunes, un día después de las elecciones, que los mexicanos queremos vivir en libertad, democracia y sin violencia.

 Suena sencillo, simple, pero en los hechos, cumplir esas tres condiciones -libertad-democracia y paz- constituyen lo que podríamos anticipar por sí mismas un programa de gobierno completo, total, aunque decididamente todavía aspiracional.
También es cierto lo que dijo el presidente López Obrador en cuanto al respeto a los resultados comiciales que arrojó la jornada dominical. “Hay que aceptarlos como son”, apuntó en su conferencia matutina del lunes allá claro en Palacio Nacional. Tampoco ha sido fácil alcanzar ese respeto esencial al sufragio, mucho menos fácil en México como sabemos y supimos por décadas.
Una diferencia sustancial sin duda que esta vez el jefe de Estado se haya pronunciado por el respeto a los resultados que arrojaron las urnas. Ya se anuncian algunas impugnaciones en tribunales, pero si se considera el tamaño de la elección del domingo, hay que colegir que serán las menos, si acaso un puñado. Esto también es satisfactorio. No se dirimirán los comicios en tribunales como durante mucho tiempo se ha hecho en México, y esto constituye un avance importante en este asunto de la democracia que nos ocupa.
Llamó a Morena, su partido, a trabajar más con la gente en la Ciudad de México, donde el morenismo registró una caída notable al perder la mayoría de las alcaldías capitalinas, más por pugnas intestinas y personalísimas que por el vigor de la oposición, que no debería confundirse si es que aspira a erigirse como una alternativa sólida, creíble y creativa. Los votos por la oposición, aclaro, no deberían tomarse como un premio a su desempeño aún opositor y mucho menos como el arrepentimiento por un error al desplazarla del poder. En realidad esos votos abren una oportunidad para el relanzamiento de una propuesta política opositora. Más nada.
Eso es la democracia, hay que recordar. Se gana y/o se pierde y nada en política, sigo diciendo, es para siempre. El presidente y su jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, dijeron que el retroceso de Morena en la ciudad derivó en buena parte de las campañas maliciosas y perniciosas, que impactaron en los sectores medios capitalinos. Pudiera ser, pero también hay otras muchas causas que rebasan lo estrictamente propagandístico. Es cierto por ejemplo que una buena parte de esos segmentos poblacionales se desencantaron con al menos una parte de las políticas públicas impulsadas por el gobierno, en particular durante los meses que siguieron al estallido de la pandemia por el coronavirus. Cero apoyos a los sectores medios, con excepción si acaso de los de carácter funerario.

La persistencia y aún profundidad que pudiera esperarse de la política general de “primero los pobres”, que también tiene sus costos, en especial para esas clases medias sacudidas por el entorno económico, sanitario y de ingreso monetario. Raro habría sido un espaldarazo a políticas que han impactado a esos sectores, que momentánea y esperanzadamente, votaron por la 4T en julio del 18. Los costos políticos quedaron a la vista. Ninguna sorpresa. Esos sectores se movieron en contra de una alternativa política que esencialmente no los beneficia.

El presidente sigue y seguirá con su política de primero los pobres si es que ésta le continúa redituando resultados electorales, respaldo político y simpatía popular. Lo ha dicho y lo ratificó el lunes tras la jornada comicial.
Se dijo feliz, feliz, pero ¿qué otra cosa podría decir? Aclaró que no es un triunfalismo y llamó a entender que entre todos los mexicanos se pasó la prueba electoral que pone de manifiesto el deseo de los mexicanos de vivir en libertad, democracia y sin violencia. Coincido.
Pero lamentablemente exaltó el buen comportamiento de los “malos”, que en general hicieron callar en buen grado las armas. Reservó críticas para los conservadores, los opositores. Es su estilo.

¿Qué va a seguir? Asumo que el presidente sabe leer y muy bien los mensajes y las necesidades políticas. No en vano ocupa el máximo cargo político del país. Confiemos en sus lecturas, pero sobre todo en su instinto político tan identificado con la definición aristotélica del zoon politikon.
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@RoCienfuegos1