LA CONSULTA, MÁS POLÍTICA

Cuando faltan nueve días para que la ciudadanía mexicana pueda atender las urnas una vez más en la denominada consulta popular del primero de agosto sobre el inicio de un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas de

 años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas -según reza la pregunta-, es útil que todos los mexicanos en edad de votar comprendamos primero y antes que otra cosa, que la tan cacareada consulta es sólo una herramienta política más del presidente López Obrador, sí, una herramienta que utiliza como parte de su arsenal político, que no de justicia ni de fin de la impunidad en forma alguna.
Si comprendemos esto, que se trata únicamente de un recurso político del mandatario, desnudaremos el sentido de la consulta y allanaremos el camino para la decisión que como ciudadanos deberemos tomar el primer domingo de agosto.
Hay que recordar que a diferencia de los ex presidentes del llamado periodo neoliberal -Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y por supuesto Enrique Peña-, López Obrador es un veterano de la política. De hecho, a lo largo de su ya casi septuagenaria vida, sólo ha hecho política y esencialmente bajo el formato del activista. Sigue operando así desde la presidencia. Antes de la primera magistratura, López Obrador sólo ejerció el cargo de jefe de gobierno de la capital del país. El dato revela por sí sólo y en buena parte, el perfil del hoy presidente, que ha pasado mucho más tiempo de su carrera política en las calles, los caminos y las veredas del país que en las oficinas de la alta burocracia. Esta es una diferencia clave respecto de sus antecesores.
Añada la formación académica de López Obrador, que es menor en el tiempo que la de sus antecesores, algo que con frecuencia él utiliza para descalificar a sus adversarios. López Obrador es un hombre político hecho a ras de suelo o de tierra si prefiere. Es un activista social con sobrada experiencia sobre cómo conectar con sus públicos y obtener provecho. Por ello su discurso resulta casi coloquial, es el político que habla como el pueblo, con el que se identifica mejor que con nadie. Es el político con una prédica popular. Rechaza el modelo del político tradicional, un punto clave que sí lo hace diferente de los ex presidentes y cuya imagen contrastante ha aprovechado al máximo para marcar la diferencia. “No somos iguales”, ha dicho hasta el cansancio. Por supuesto, ni su lenguaje, ni su vestimenta ahora y aún sus modos -su modito, como él lo llama- resultan comparables con quienes en la época neoliberal ejercieron la presidencia de México.
Las diferencias son radicales y a ellas se debe, por lo que las explota ad náuseam. No es casual ni ingenuo su proceder. Está calculado. Por ello no debería exasperar a muchos ciudadanos mexicanos que López Obrador se haya inventado el tema de la consulta popular -¿podría tener otra inspiración?- programada el próximo domingo primero de agosto. El adorno de popular es el mero mole del presidente, quien por sistema se presenta a sus auditorios como el hombre de los 200 pesos en su cartera. Ahora dice que es su esposa quien le da el dinero para sus gastos personales, que seguramente tampoco gasta porque el 100 por ciento de sus gastos están cubiertos por ahora. ¿O no? Eso es un lujo que ningún ciudadano podemos darnos. Sabemos que apenas ponemos un pie fuera de casa, todo es dinero. Movernos nos cuesta. ¿O no?
Pero retomemos el tema de la tan llevada y traída consulta. Vea usted la pregunta: ¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”
Esta pregunta fue el resultado de una votación de la Suprema Corte de Justicia de México, que declaró constitucional la consulta y modificó los términos de la pregunta, al eliminar los nombres de los últimos cinco ex presidentes y utilizar “actores políticos” del pasado.
¿Qué pasará con esta consulta? Amlo ya se despegó de ella y no participará, pero sí le sacará la mayor raja política, que es su objetivo clave, central. No importa si la consulta tiene un costo económico. Tampoco tiene el propósito de hacer justicia, ni mucho menos de parar la impunidad. Tampoco es un circo. Para él y su proyecto político, es clave la consulta.
Su ganancia será en términos llanos el propinar otro porrazo político a sus adversarios políticos del pasado y sobre todo a los que asomen pronto para competirle el poder a él y su partido. Esto bien vale poco más de 500 millones de pesos, que pagará claro el pueblo bueno y sabio. ¿Qué son 500 millones? Nada frente a un proyecto político.
Amlo, ya deberían saberlo todos sus adversarios, es un animal político en el sentido aristotélico. Por desdeñar esto es que la oposición no le ha hecho mucha mella. De hecho, aún no le encuentran por dónde, o como decimos aún no le encuentran la cuadratura al círculo amliano porque recurren a conceptos de otro tiempo y para otros personajes de la política. En eso debería estar trabajando la oposición, que también debería dejar de operar sólo en forma reactiva, pero hasta ahora no propositiva como si lo hace AMLO todos los días y sin descanso.
Esto y no otra cosa es lo que estará en el núcleo de la consulta del domingo primero de agosto, y el pueblo, feliz, feliz, feliz de tener un presidente como Amlo, cuyos parámetros de actuación en efecto nada tienen que ver con quienes siguen siendo vistos como los peores de la película gracias a las estratagemas lopezobradoristas. La oposición tendrá que cambiar sus “chips” mentales si aspira a otros escenarios.
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@RoCienfuegos1