Otra de AMLO

¿Pues qué o quién desata la muina de nuestro -por así decirlo- presidente, Andrés Manuel López Obrador? Digo “nuestro” con cierto temor, no vaya a ser que también se enoje por considerarlo así, desde este púlpito que me permiten amigos de la tecla, casi todos ellos clasemedieros,  esforzados, luchones,

trabajadores hasta que el cansancio, si acaso, los doblega por momentos, pero intempestivos, alertas siempre, recelosos de la molicie, reacios a los horarios habituales e incluso a los días y horas hábiles porque para estos amigos y colegas míos, todo el tiempo es para indagar, averiguar el origen de las cosas, investigar y aún arriesgar la placidez y el sosiego familiar. Son, sí, en su mayoría -repito- mujeres y hombres de la clase media, de esa que se forjó desdenantes, con sus abuelos y sus padres, en un esfuerzo constante y prolongado en el tiempo y por mucho tiempo.

No conozco a uno sólo de ellos que encuadre en el epíteto de egoísta. Y si los hay, no los conozco en este trajinar ya largo por la senda del periodismo. Los mejores clasemedieros, si acaso los únicos que conozco, son, siempre han sido generosos, espléndidos y antes que egoístas, personas que comparten cuanto tienen, su tiempo siempre, su máxima fortuna.

¿Clasistas? No, hombre. ¿Cómo un buen periodista, por ejemplo, podría ser clasista? Los muchos que conozco, por no decir todos los que conozco, se van de bruces para empaparse y transitar en todos los ámbitos socioeconómicos conocidos, desde los mero mero de abajo, los del sótano social, hasta los más encumbrados mandarines de México y, si la oportunidad lo permite, del extranjero.

No son clasistas, tienen otros vicios y aficiones, cierto, pero nunca he visto a un buen periodista de todos los que conozco oliendo con la nariz respingada y/o haciendo el fuchi caca a otros, trátese de arriba, en medio o de abajo. Nunca. Se meten hasta en las coladeras en busca de información, datos fidedignos, testimonios singulares y dramáticos las más de las veces. Si, hay veces en que se rozan con personajes de las alturas, pero no por ello olvidan o desdeñan, menosprecian o ignoran que al final de la jornada viajarán en el metro, el Metrobús, la colectiva como tuvo que cambiarse el nombre de la “pesera” que pasó a mejor historia, o si acaso, en un vehículo la mayoría de las veces desvencijado por el martilleo y paso del tiempo que todo lo fulmina, extingue o suprime. Hablo claro de buenos periodistas.

¿Racistas? Caray, ¿cómo podrían serlo quienes revelan sin más y sin menos su apariencia mestiza, cuando no indígena? En un crisol como el mexicano, es difícil toparse al menos con periodistas racistas. Al contrario, lo que he visto es el orgullo de sus raíces, sean éstas en ocasiones netamente prehispánicas o predominantemente mestizas y siempre, en uno o en otro caso, rechazan de manera radical el racismo, a tal grado que si alguien, rarísimo, se atreviera a hacerlo, sería casi inmediatamente reconvenido, pero tampoco lo he visto. Por naturaleza, y en general, los periodistas, los buenos -insisto- son amplios, plurales, generosos, liberales, desprejuiciados la mayoría de las veces, y hasta diría que de tan libertarios, libertinos eso sí, pero no racistas porque si no todos, la mayoría, tiene bien hincadas sus raíces y las conoce.

Y si, como dice el presidente harto muino, que a veces los clasemedieros son peores que los que tienen más dinero, en el caso de los periodistas, pues serio, serio que no es así, y ahora menos en tiempos de austeridad republicana tan estrecha como un embudo. Pero si, en efecto, hay periodistas -ahora cada vez menos- que a sus horas de desvelo sumaron y suman dinero, pero eso no los hace peores. Los que me he topado con dinero, siempre han sido generosos, espléndidos muchas veces, compartidos con los menos afortunados en dinero. Los he visto abrir las puertas amplias de sus casas o residencias para momentos de solaz, disfrute y camaradería singular, entre abrazos de fraternidad, el relato infinito de anécdotas todas y el solaz etílico también prolongado. No son peores y muchos menos ladinos. Se solidarizan cuando hay que hacerlo y cuando alguien clama su auxilio en diversas formas y esfuerzos. Nunca son ladinos y si los hay, no los conozco porque mis amigos son eso, mis amigos.

Ryszard Kapuściński nos dejó dicho que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos, y agregó: “los cínicos no sirven para este oficio”.

¿Por qué entonces el presidente de México embiste de nueva cuenta a las clases medias del país, entre ellos a los periodistas? ¿Pues qué o quién le saca tanta muina?

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@RoCienfuegos1