Proeza

La investidura de Claudia Sheinbaum hace un par de días como abanderada de lo que llaman Comités para la Defensa

de la Cuarta Transformación y la entrega anoche del denominado bastón de mando de este movimiento en “El mayor”, un restaurante con vista panorámica al Zócalo de la Ciudad de México y el Museo del Templo Mayor, marcan el inicio de un nuevo peregrinar para ratificar otros seis años guindas, con un poderío acumulado de forma casi vertiginosa a partir de la fundación de esa tolda política hace apenas 12 años, y menos desde su registro oficial en 2014.

Desde entonces, el ascenso al poder de Morena y su consolidación en la geografía mexicana se han mantenido con paso firme, bajo el impulso e inspiración del presidente Andrés Manuel López Obrador, un obcecado del poder y el ejercicio de éste, sin puntos y ni siquiera comas.

Hace apenas cuatro meses, Morena se alzó con la victoria en las elecciones del Estado de México, un puntal clave en la consolidación del proyecto transexenal de López Obrador, quien en estos cinco años de gobierno ha dedicado la mayor parte de sus esfuerzos en aplastar a la oposición política y arrasar toda aquella institución, valladar o punto de contención, equilibrio y aún de contrapeso a una gestión absolutamente presidencialista en México. Nada, no hay dique ni evidencia que valgan. López Obrador se erige en el amo y señor de México y la política nacional.

López Obrador, el presidente que resucitó las viejas prácticas del Tlatoani sexenal, se ha hecho de un equipo, no de colaboradores, sino de ejecutores de sus designios, órdenes e instrucciones. A todos ellos los trae con el mecate corto, y no hay nadie que se le oponga so pena de caer fulminado y perder la gracia del señor. Difícil, así haya entregado anoche el bastón y quizá ceda la presidencia el año próximo, creer que se irá a la Chingada, su rancho en Palenque.

Practicante del poder presidencial total, López Obrador es hoy dueño de vidas y haciendas, pero sobre todo de expedientes. Como un veterano de la política, conoce y bien los entretelones de las figuras públicas del país, y si no, las averigua de inmediato.

En la práctica es el tlatoani redivivo que millones de mexicanos supusieron se había extinguido. Quizá su único contrapeso real sean los militares, a quienes ha llenado de poder y muchísimo dinero porque como dijo alguna vez el clásico: “las armas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas”.

Hoy el partido de López Obrador gobierna poco más de 85 millones de mexicanos, lo que representa 68.2% de la población del país.

Con ese arsenal, distribuido en 22 estados del país, una población “maiceada” por los programas clientelares, una oposición que sueña, el partido de López Obrador está listo para retener la presidencia, un punto clave para el presidente, su seguridad política, personal y familiar. Añada usted que López Obrador está también listo para actuar ya de manera desembozada como el estratega y jefe de campaña de Claudia Sheinbaum, quien hasta ahora se deja llevar.

En la acera de enfrente, el PRI, PAN y PRD, con Xóchitl Gálvez a la cabeza, están prestos a dar una batalla que se antoja empinada. Para Gálvez será difícil empujar el cabús hasta llevarlo a abrir las puertas del Palacio Nacional.

Gálvez obtuvo en 1999 el reconocimiento por el World Economic Forum de Davos, Suiza, como una de las “100 líderes globales del futuro del mundo. En 2000, la revista Business Week la nombró como una de los 25 Latin American' s New Business Elite. ¿Será llamada presidenta de México, la primera? Si lo hace será una proeza de inteligencia, más que de fuerza.. 

Roberto Cienfuegos J.

@RoCienfuegos1