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Machetazo a caballo de espadas en la CNPR
Nadie supuso hace poco más de ocho años que una mujer daría machetazo a caballo de espadas en la Confederación Nacional de Propietarios

Rurales(CNPR),  una organización que hoy languidece bajo el flagelo del abuso y la expoliación sin fin.
Un error de cálculo, un exceso de confianza o ambos fenómenos en todo caso llevaron a dirigentes  históricos de la CNPR , la antigua Confederación  Nacional de la Pequeña Propiedad Agrícola, a encumbrar a  María Esther Terán Velázquez al máximo cargo de esta organización,  fundada en  febrero de 1946 con el objetivo de salvaguardar los intereses de los pequeños propietarios del país.
La CNPR, una agrupación encabezada exclusivamente  por varones hasta el 2007, quedó ese año bajo la batuta de Terán Velázquez, una veracruzana menudita que hasta entonces parecía una mujer bien intencionada, con ánimos de trabajar y sobre todo de alentar el desarrollo  de unos dos millones de propietarios rurales, responsables de la producción hasta del 70 por ciento de los alimentos del país.
Figurones  que hicieron historia paralela a la CNPR como don Salomón Faz Sánchez, bien conocido como “El Búfalo” por su fortaleza de carácter y enjundia,  o don José Bonilla Robles, éste último  un ex senador de la república y ex candidato al gobierno de Zacatecas, entre otros logros, cedieron el paso y el mando a Terán Velázquez, una mujer hasta entonces que daba señales de que proseguiría los esfuerzos de sus mentores. Así se creyó y fueron muchos quienes dieron su confianza y respeto a Terán Velázquez.
Por un tiempo, el prudente para satisfacer sus propósitos personalísimos, Terán Velázquez siguió   la ruta aparente de impulsar los objetivos de la CNPR. En realidad estaba tramando la gran  traición. Como buena estratega de ésta, pareció  ajustarse al rol de presidenta de la CNPR, pero sus propósitos iban más allá del cargo para el que fue electa.
En septiembre de 2009, menos de 24 meses después de ostentar la presidencia de  la CNPR, Terán Velázquez dio un primer paso gigante para acceder por la vía plurinominal claro, y con el respaldo de la CNPR, a la LXI legislatura federal del país. No fue poco para una técnica en dibujo, su grado académico.
Terán Velázquez proseguía así  un ascenso “meteórico”. El tiempo obraba en su favor porque le permitió con la rapidez que caracteriza a los escaladores de rutas cortas y fáciles, empaparse de los tejes y manejes requeridos para ganar-ganar.  Relaciones rápidas y confianzas profundas cimentadas en todo tipo de artimañas pronto la pusieron en la ruta del éxito rotundo. El camino  quedó pavimentado con lisonjas de todo tipo y esa bien conocida astucia de los trepadores.
Así que el encanto de que una mujer  encabezara  a la CNPR por vez primera en la historia de más de 60 años de ésta pronto desapareció  como en el cuento de la bruja malvada.
En 2010, Terán Velázquez fue reelecta para un nuevo periodo de tres años al frente de la CNPR, un segundo mandato aún legal conforme a los estatutos de esta organización y que debió culminar en 2013. Pero oh sorpresa. El poder, ese afrodisiaco total cuando se carece de otros, se hizo presente y patente.
Con base en artimañas de todo tipo, incluyendo falsas  convenciones, acarreados, paleros y otras especies de toda laya,  la mujer entonó en su estilo peculiar el estribillo de la 6:20: llegué para quedarme. ¿Y a ver quítenme?
Nadie en los casi 70 años de historia de la CNPR había quebrantado así  el orden interno y estatutario de esta organización, donde se colige la certeza del apotegma según el cual siempre hay una primera vez.
Ni Alfonso Castillo Agusti, Jesús González Gortazar,  Julián Orozco González, pasando por Bonilla Robles o Faz Sánchez, entre otros presidentes de la CNPR, se habían atrevido a tanto. Todos y cada uno de ellos cumplieron e hicieron cumplir la norma estatutaria  de la organización, a la que sirvieron con algo demasiado simple y aún más extraño: decencia.
Terán Velázquez quebrantó la confianza de sus pares, modificó estatutos para perpetuarse en el cargo, al que permanece aferrada incluso con apoyo de golpeadores  profesionales como recién dejó ver cuando uno de sus secuaces golpeó el rostro del doctor José Luis Verdín Díaz, un ex colaborador y miembro  del directorio de la CNPR.
Esta señora, mediante el uso de la fuerza y la intimidación se mantiene atrincherada en la sede de la CNPR, un inmueble en avenida Chapultepec de la ciudad de México, donde reta, se burla y corrompe una organización que debe seguir siendo clave en la historia del país y sus productores rurales.
Que las neuronas no tienen sexo como suele decir esta señora es absolutamente cierto, y por lo visto, tampoco el género encuentra diferencias con la ambición. Ojalá las autoridades agropecuarias atiendan esta lamentable situación, que golpea la producción del campo mexicano y la seguridad alimentaria nacional. Fin