Crónica de un país de chingones

Día 25 de la cuarentena, las cifras aumentan, 2718 casos activos, 332 muertos, 1964 recuperados.
Pero, ¿qué importan las estadísticas y los ejemplos mundiales si somos un país de chingones?
 
Somos tan chingones que, pese a los ejemplos mundiales, a las frías cifras de muertos y contagiados en el mundo, seguimos saliendo a la calle, vamos a donde se nos pega la gana con esa altanería de: “a mí me la pela el coronavirus”.
 
No nos importa que podamos ser un foco de infección, que personas a nuestro alrededor, no tan chingonas, puedan contagiarse y verse ante las puertas de la muerte.
 
Qué doloroso es para mí, ver que mi ciudad, llena de historias y tragedias, con sus calles siempre tan llenas de vida, ahora luzcan desiertas y con un ambiente de incertidumbre y pesimismo.
 
No obstante, me duele más ver que, a los bancos sólo pueden ingresar grupos de cinco o diez personas, lo mismo que en otros lugares que ofrecen comida, sólo para llevar.
 
Pero es más triste ver que, como somos chingones, a estos lugares acuden familias que entran por separado y luego se reúnen en el interior, como si se hubiera hecho la gran chingonería.
 
Me da dolor ver que los mercados públicos han tenido que imponer un horario al que no estaban acostumbrados, ahora cierran más temprano para evitar que “esas familias chingonas” ingresen y deambulen por los pasillos como si fueran inmunes a la muerte.
 
En algunos mercados han cerrado todas las puertas y sólo permiten el ingreso por una, en grupos de cinco o diez personas, y ha tenido que ser así ya que la gente no respeta, ni la sana distancia, ni la cuarentena, y es que son tan chingones que ni siquiera se lavan las manos, estornudan abiertamente y se escarban la nariz, para luego tallarse los ojos para quitarse las chinguiñas.
 
Resulta desesperante ver a todos estos imbéciles, arrogantes y pendencieros que, con su pinche cubrebocas creen que ya lo solucionaron todo.
 
Gente que no tiene nada qué hacer en las calles, gente a la que le están pagando un salario para que permanezca en sus hogares, con su familia, le están regalando un dinero para que cuide su salud y la de sus seres queridos.
 
Lo malo de todo esto, es que no tienen arraigo familiar, no soportan estar en compañía de sus seres queridos, tienen que mantener *la sana distancia familiar* o terminan desesperados y enloquecidos, no saben que hacer en sus hogares, no saben como convivir con sus familias.
 
Y entonces, *chinguense* los demás, ¿y qué si soy un foco de infección? ¿y qué si manejo mientras texteo por el celular? ¿y qué si se mueren cientos o miles mientras a mí no me pase nada? ¿y qué si hay un virus que está jodiendo a la humanidad?
Ah, pero que no les toque a ellos o a sus familiares cercanos, porque entonces sí, entonces si exigen atenciones, cuidados y medicinas, entonces si el gobierno, los hospitales y los médicos son ineptos, culpables de todo lo que está sucediendo, entonces sí, todos deberían seguir las instrucciones de la cuarentena, pobres pendejos que no supieron prevenir y luego se lamentan.
 
De esa manera, “los chingones”, como siempre, se vuelven “coyones”, y ni como ayudarlos, sus capacidades mentales no les da para más y es tan fácil detectarlos en las calles, sobre todo ahora que las personas responsables se guardan en sus hogares, sobre todo ahora que al parecer la secretaría de Salud, dijo: “Guarden la cuarentena las personas que se importan así mismas y salgan a la calle todos esos pendejos que se creen chingones”.
 
Por eso estamos como estamos, por eso no podemos avanzar, por eso las cifras se van a incrementar exponencialmente ahora que se llegue a la fase 3 que es la más peligrosa y contagiosa, por eso el mundo voltea a vernos con desprecio, con lástima, somos la imagen que reflejamos, un pueblo que se cree chingón y no resulta ser sino un pobre pendejo.
 
Y si como dicen los rumores y los chismes, el covid-19 fue una creación del hombre para diezmar a la población y manejar la economía para intereses propios, ojalá y crearan un virus que solo afectara y eliminara a los pendejos, seguramente el mundo sería mejor.
 
Acabarían con los talabosques, con los cazadores de animales, con los pescadores de ballenas, con los que riegan la basura y provocan incendios en los bosques, con los que empuercan el mar con deshechos de platico, con los que manejan mientras van con el celular en las manos, con los que no respetan las señales de transito y manejan como si el mundo se fuera a acabar, en fin, el planeta tendría una nueva oportunidad de renacer.