Crónica del ser viejo

Día 31 de la cuarentena, 4 mil 948 casos activos, 2 mil 627 casos recuperados y 686 personas han muerto por el covid-19, en su mayoría, adultos mayores.
 
No entiendo, de verdad que por más que lo intento, no puedo entender esta pandemia que estamos viviendo, tal parece que la naturaleza actúa de acuerdo a sus normas.
 
En una manada de animales salvajes, normalmente los viejos y los enfermos son los que se quedan al final para ser sacrificados por los depredadores, de esa forma se preserva la continuidad de la misma manada.
 
El covid-19, parece seguir las mismas directivas, ataca con saña sin igual, a viejos y enfermos con miras a su exterminio y tal parece que para la humanidad está bien que así sea, ya que no se han hecho avances para detener a este infeliz virus.
 
No es raro ver en las redes sociales, los, que ya se han vuelto clásicos, lazos negros de señal de luto y luego decenas de condolencias por la muerte del padre, o la madre, o el abuelo, o la abuela, de alguno de los usuarios.
 
Desde que comenzó la pandemia, no he visto un solo lazo negro, en el que se mencione que la persona murió por covid-19 y que era un adulto mayor, o un enfermo de diabetes, o de problemas con la presión arterial.
¿Por qué la gente, que tanto gusta de publicar sus desgracias, en todo el mundo, no hace mención a que alguno de sus familiares murió y que el coronavirus fue la causa?
¿Por qué en Twitter o en Facebook, no hay mención a que en tal colonia o en tal barrio o en tal delegación murió una persona por covid-19?
 
Esto es algo que no entiendo y con toda sinceridad me confunde.
 
Está muriendo una de las mejores generaciones que tenemos actualmente, la generación de los abuelos, una generación que se la rifó como no se ha visto.
 
Si tomamos en cuenta que las personas de 70 y 80 años, son nativos de los años 1940 y 1950, son ancianos que vivieron épocas difíciles para los mexicanos.
 
Para esos años 40s y 50s, el analfabetismo en nuestro país era realmente alarmante, casi el 43% de la población era analfabeta; se consideraba en esta condición a una persona que no sabía leer ni escribir.
 
Eso nos da muestra que nuestros abuelos, sin estudios, educaron a nuestros padres y estos a nosotros para ser mejores personas y tener más preparación.
 
La situación económica de aquellos 
tiempos, era deplorable, de ahí que existieran tantas vecindades en los barrios populares, ya que las rentas de las viviendas de un cuarto y con baños comunitarios eran realmente accesibles para todos aquellos que buscaban formar un hogar y comenzar una nueva familia, esa familia que creo a nuestra generación, sacándonos de esas crisis de necesidad y pobreza.
 
Este virus está acabando con esa generación que trabajó en fábricas, obreros calificados, que ayudó al crecimiento económico y social de nuestro país, que cotizaron infinidad de semanas en el IMSS y que ahora no tienen una cama o un respirador para ellos.
 
El covid-19 ha sentenciado a esos ancianos a morir solos, asustados, sin poder decir el último adiós a sus familias, ¿es ley de vida? ¿es la naturaleza? Si es así, ¿qué les espera a los milenials?
 
De por si es triste envejecer, de por si es doloroso llegar a una edad en la que la mayoría de los amigos ha muerto, o están viviendo una enfermedad degenerativa, los hijos ya formaron su propio hogar y se preocupan por sus propios hijos.
 
Es triste envejecer y depender de la disponibilidad de los hijos para tener un poco de compañía, para acudir al médico, incluso, muchos adultos mayores dependen de otras personas para su movilidad.
 
Definitivamente, es triste envejecer y ahora, con la guillotina pendiendo de sus cabezas, es triste estar viejo y tener la esperanza de que un virus no te condene a terminar solo y abandonado en un rincón de un hospital esperando la muerte.