El discurso del populismo y el autoritarismo

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Populismo y autoritarismo son palabras que, en los últimos días, han sido usadas con mucha más frecuencia por el Presidente de la República. El foro es indistinto, igual da la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas que el

inicio de la feria de transparencia en la vieja casona de Xicotencatl, el discurso versa en dos problemas que existen en la vida de las naciones y que están intrínsecamente vinculados.
Populismo y autoritarismo son dos condiciones políticas que están intrínsecamente ligados. Los populistas que alcanzan el poder irremediablemente se vuelven autoritarios. Ejemplos en el mundo hay muchos, pero realmente son pocos quienes se han preocupado –seriamente– en la trascendencia de estos problemas para la comunidad internacional.
Hoy en día, las condiciones económicas mundiales se vuelven un campo de cultivo sumamente fértil para que los políticos populistas emerjan como opciones de cambio para la mejoría de los ciudadanos. Aluden –irresponsablemente– a los odios y a las divisiones –aún existentes– entre las personas y las sociedades.
Condiciones de supremacía racial, divisiones de clases, odios entre ricos y pobres, gobernantes y gobernados, son las claves del discurso populista. Exaltan la bondad del pueblo, como si éste fuera inmaculado y perfecto; desprecian y exacerban el odio hacia las instituciones, con lo que ocultan sus ansias de poder, mientras se muestran piadosos con el pueblo, como padres protectores ante los embates de los “malosos”. Sí –efectivamente– el discurso populista es cautivante y altamente atrayente, sobre todo cuando existen condiciones críticas en las naciones, que impiden un desarrollo deseable de las personas y las sociedades.
Precisamente en lo cautivante de su condición está el riesgo: es tan atrayente y tan deseable el bienestar en situaciones de crisis, que no permiten ver los riesgos que existen al permitir el arribo de un populista al poder, pues la historia nos ha demostrado que el populista, irremediablemente, se vuelve un tirano autoritario.
Cierto, los riesgos que trae consigo el populismo son muchos y hay que evitarlos a toda costa. Sin embargo, no podemos perder de vista que el populismo se alimenta de la ineficiencia gubernamental. Ante este escenario no basta con señalar sus riesgos y cercanía con el autoritarismo, hay que dotar de mayor eficiencia el desempeño gubernamental y hacer que las instituciones sirvan para generar seguridad y bienestar para las personas para que no existan “encantadores de serpientes” que exacerben odios y xenofobias que en nada contribuyen al bienestar, sino que, por el contrario, desestabilizan más a las naciones y generan más pobreza, tanto económica como social.
@AndresAguileraM