¡Que se fastidie México! Atentamente: los rebeldes de café.

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El asunto de Ayotzinapa ha puesto en el ojo del huracán a nuestro país. Cuarenta y tres estudiantes, todos ellos de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, han desaparecido. Mientras las deficiencias de los funcionarios federales y locales se hacen manifiestas, la indignación de la población crece, al tiempo que la esperanza de encontrarlos con vida se apaga. Se presume que fueron asesinados por grupos del crimen organizado, al amparo y protección de la autoridad municipal de Iguala, junto con la indolencia, incompetencia e incapacidad del gobierno del estado de Guerrero.

Los oportunistas políticos se aparecen para hacer rapiña de los sucesos y se vuelven cómplices de un gobierno –como el del estado de Guerrero– notoriamente ineficiente, indolente y complaciente ante una delincuencia organizada que, indudablemente, tiene control las oficinas gubernamentales del Estado.

Al tiempo que federación y el estado se lanzan culpas sin que se atienda de fondo el grave problema que hoy nos aqueja, se presentan otros tantos oportunistas –más radicales e irresponsables– que, desde la comodidad de sus casas, a través del Internet, hacen llamados a la subversión ante la incapacidad gubernamental. Todo ello en un marco de gran descontento: material idóneo para encender y explotar un polvorín y despertar al “México Bronco” del que hablaba Reyes Heroles.

Las condiciones de descontento gubernamental no son nuevas, mucho menos en las épocas en que la información fluye a gran velocidad. Hoy la irresponsabilidad aflora en rebeldes de café que tienden a promover rebeliones o subversiones en aras de instaurar nuevos regímenes, como si ello fuera un juego de video.

Hay que enfatizar: el único instrumento con que contamos para garantizar la convivencia medianamente armónica en sociedad son la ley y el gobierno. Su permanencia es indispensable pues su función es brindar los medios y mecanismos para la convivencia social. Por eso, una rebelión que derroca al gobierno, sólo trae consigo inseguridad, miedo, zozobra y abusos. Nada bueno sale de una rebelión, pues sus efectos son nocivos por donde se vean, pues los rebeldes arrasan con las instituciones y aniquilan a la República.

Por ello es necesario llamar a la cordura y a la sensatez. Recordar que existen mecanismos civilizados para generar la transmisión del poder, como son las contiendas electorales y no los sueños trasnochados, de “conspiranóicos”, que desde la comodidad de franquicias de café en otras latitudes, promueven luchas armadas y rebeliones en México, en demérito de una sociedad que tiene más de 200 años de construir sus instituciones.

@AndresAguileraM