Opinión

La cotidiana embestida, desde el máximo púlpito del país, contra periodistas, reporteros, columnistas y medios de comunicación que disienten de la administración del licenciado López Obrador, ha dejado de sorprender incluso a los citados en esa letanía que los descalifica, estigmatiza e insulta con la ironía de, por ejemplo, colgar hamacas, en el Zócalo, para los dueños del diario Reforma y de El Universal para que se sumen al plantón de integrantes de Frenaaa.

Hoy la discusión gira en torno a la extinción de 109 fideicomisos, fondos sin lugar a dudas fundamentales para el apoyo de millones de mexicanos en actividades específicas, una decisión polémica. Dice el presidente que los fideicomisos se expropian “porque había corrupción” y no lo dudamos, pero como siempre en los últimos 23 meses, la forma en que se deciden los cambios, no solucionan el problema.

Desvirtuar los hechos históricos en el marco del adoctrinamiento o de la manipulación, es un acto deleznable. La historia exige la mayor objetividad; una exploración del pasado sin pretensiones doctrinarias ni apriorismos ideológicos, libre de conveniencias políticas, sesgos propagandísticos