Opinión

Llegar al poder alentando propuestas de libertad, de combate a la corrupción y de abierto respaldo a la manifestación representa un compromiso y responsabilidad ética, política y de principios. Incumplir a estos preceptos es caer en la manipulación, la mentira y la simulación.

A propósito de la muerte por un cáncer al páncreas de la jueza estadunidense Ruth Bader Ginsburg, un ícono progresista en la Corte Suprema de la potencia del norte, se acrecientan los temores y preocupaciones sobre la fragilidad, si, fragilidad de la democracia y el orden constitucional de Estados Unidos. ¿Increíble? No tanto en tiempos de Donald Trump.

Pese a la siembra de la esperanza que es el oficio más recurrente de Andrés Manuel López Obrador, por desgracia para este país no hay buenas noticias por el momento. Es más, la debacle está a la vuelta de la esquina por el manejo irresponsable que ha hecho el Presidente de la Republica del dinero que los mexicanos aportamos vía impuestos para el sostenimiento del gasto público y el hasta ahora ineficiente aparato burocrático. Para decirlo más claro, el desastre tiene nombre, y es el mismo de quien prefirió habitar un Palacio más acorde a sus ínfulas de prócer que una casa presidencial.