Mordimos el anzuelo: ¡Bienvenido Lozoya!

Benditas coincidencias de nuestra tierra pródiga; los vientos de la casualidad, la inesperada conjunción de los astros, el imprevisible y caprichoso azar, nos han traído al ansiado testigo: Este ímprobo e impresentable personaje que, a decir de sus captores mostrará a la concurrencia, sin ambigüedades ni artilugios, la inmoralidad y la podredumbre del viejo conservadurismo frente al inmaculado rostro de la gestión en turno. 

 Habrá que esperar sin embargo la veraz declaratoria; lleva su tiempo el repasar los parlamentos, el verificar sin reservas que cumplirá con la encomienda. 

No debe haber lugar para la duda o la desconfianza. Deberá estar dispuesto a enlodar a su propia madre si fuese necesario, pero no os preocupéis: se trata de un testigo a la medida, apegado al guión, fiel a la consigna, ajustado a los tiempos y a la dosificación del escándalo, en justa y perfecta sincronía con la narrativa gubernamental. Estéril en evidencias, aunque prolífico en revelaciones; un testigo maleable y cómodo que, a cambio de impunidad, admitirá en su boca acusaciones y nombres. 

Los señalados, irán fluyendo a modo y de acuerdo a lo esperado hacia el banquillo de los sentenciados para ser llevados al patíbulo; sin juicios ni evidencias, pero en este linchamiento sumario de corte popular, nada o poco importan las reglas y las formas; el debido proceso, la prescripción de un delito o la presunción de inocencia, son tan sólo formulismos inútiles que podrían empañar el anhelado espectáculo.

Debe correr la sangre; las bestias serán acicateadas para que muerdan sin piedad, las pruebas vendrán después, si es que vienen. Da igual, nada importan esos pormenores a quien orquestó la farsa; mordimos el anzuelo. 

El pueblo entero abarrota el graderío de este circo gigantesco para observar el grotesco espectáculo, para ver correr la sangre a borbotones, aunque afuera de la arena y en torno al Coliseo, la peste se ensañe con la gente, y los muertos se apilen en las calles; aunque la miseria, el desempleo y el hambre azoten sin clemencia los campos y ciudades: Reinará la anarquía, el caos y la violencia......¡Quedarán para después… La función ha comenzado!