El discurso de odio del Presidente López Obrador

Prolijo en calificativos, descalificaciones, categorizaciones inútiles, alusiones clasistas o arcaicas referencias a las viejas corrientes ideológicas que otrora protagonizaron las grandes confrontaciones de la historia de México, el discurso de López Obrador nos inserta siempre, de manera directa o soterrada, en una trama de confrontación y polarización,

con la que mantiene viva la dinámica de pugna y de enfrentamiento que lo llevó al poder. Señoritingos, fifís de sangre azul, médicos materialistas, intelectuales orgánicos, élites rapaces, mafiosos del poder, pirruris, ñoños, politiqueros, malandros, neoporfiristas, maiceados conservadores, neoliberales y una larga lista de similares adjetivos, forman parte de su léxico cotidiano, de su incontenible verborrea visceral que, impregnada de prejuicios y de generalizaciones erróneas, se ocupa de sembrar el odio, la animadversión, el repudio o el rencor contra sus “blancos” ideológicos. Lejos de fomentar la unidad, el concurso y la colaboración de todos los estratos y sectores de la sociedad, al margen de filiaciones, condición social, ocupación o posicionamiento político, el lenguaje incendiario del presidente se afana en desvalorizar, degradar, ridiculizar, denigrar y promover prejuicios que sólo fomentan un clima de encono y de hostilidad social, que nada abona al progreso de nuestra nación.

Pero esta retórica maliciosa con la que pretende envenenar las mentes y los corazones, con la que intenta sembrar en el imaginario colectivo los estigmas, suspicacias, estereotipos o prejuicios que sirven a sus propósitos partidarios, al combate de sus “enemigos” ideológicos o a sus pretensiones insaciables de poder y de control, no resulta inocua: Incita a la violencia en contra de aquellos individuos o grupos que su discurso ha situado en el foco de su odio o en el epicentro de su descalificación. Cabe preguntarse en este orden de ideas, ¿quiénes pertenecen a la tan vituperada y vilipendiada categoría de los fifís que tan enfáticamente ha denostado nuestro mandatario? ¿Yo, quien tras haber estudiado dos carreras universitarias y dos especialidades médicas, gozo de un cierto bienestar, fruto legítimo de 25 años de estudio y de mi trabajo honesto? ¿Tú, qué tal vez has construido un negocio con esfuerzo y con dedicación, que te permite vivir dignamente y cumplir con tus obligaciones frente al estado? ¿O Usted, que con su ahorro y con el sudor de su frente se ha comprado un auto nuevo o ha salido a unas merecidas vacaciones en un hotel de lujo? Nadie, porque los dardos del prejuicio no saben de nombres y se desplazan a tientas en la niebla de las generalizaciones; todos, porque el propósito oculto es acicatear el odio contra aquellos que considera un obstáculo en el camino de su retorcido e intolerante proyecto de nación.


No le asombre señor presidente que un sector de la población le ataque con encarnizamiento sólo porque su hijo se divierte en una playa cualquiera: Ningún pecado implica ciertamente, como tampoco el que un empresario que arriesga su capital, paga sus impuestos y contribuye a generar riqueza, reciba una ganancia justa a cambio de su inversión, o que alguien se muestre en desacuerdo con su visión política, o aspire a una vida cómoda y holgada.
¿Que esperaba recoger? ¡Sólo se cosecha lo que se ha sembrado!

Dr. Javier González Maciel