Oído a tierra

SINGLADURA

Si alguien sabe qué pasará en México las semanas por venir, no deje de informarlo cuanto antes.  Nadie sabe bien qué ocurrirá en las próximas 24 horas, muchos menos en las semanas y meses por llegar. Hay indicios, datos, señales, hechos y posturas de todos los sectores nacionales, pero el panorama del país es incierto para decirlo en

forma sucinta. Estamos en el fondo de la mayor incógnita nacional de las últimas décadas.

El alza de los combustibles se perfila como el hecho que atizó el avispero nacional. Ya antes, el país hervía a fuego lento, pero el “gasolinazo” encendió las alertas nacionales y desdibujó por completo el panorama, si acaso gris, para ponerlo entre dos enormes signos de interrogación.

México perdió cualquier evidencia de sintonía en los primeros días de este año. La interrogante nacional se fortalece con otra de índole internacional que llega aparejada al ascenso al poder del republicano Donald Trump, otra incógnita peligrosa.

El país se asoma a un escenario interno y externo repleto de duda e incertidumbre como pocas veces había ocurrido en varias décadas. En el menos malo de los casos, el país vive en condiciones semejantes a las que atraviesa cualquier alcohólico cuando se empeña en dejar sus peores miasmas: sólo por hoy.

Adiós a la precaria estabilidad del 2016 y antes. Ahora nadie sabe qué va a pasar en este 17. El gobierno, el primero que debería, no atina sin embargo a definir el rumbo. Peña Nieto no está en condiciones de prometer nada, salvo quizá lo que ya hizo aunque sin gloria alguna: sangre, sudor y lágrimas para casi todos los mexicanos. Casi.

Los partidos políticos, todos, dan tumbos en el vano afán de al menos decir algo. Ahora se desdicen y toman distancia incluso de lo que antes hicieron y firmaron sin ponderar los efectos. Alguna razón poderosa, supongo, debieron tener para la genuflexión. Junto con el gobierno suscribieron el llamado Pacto por México y miren lo que pasó. El país resiente un enorme fracaso, atribuible en buena parte –eso si lo sabemos- al perfil de la clase política que lleva años y décadas sin acertar el rumbo, algo que tampoco le importa. Buena parte de los políticos del país, si no todos, aman la riqueza de México, pero les importa un bledo el país.

Lo que también está a la vista inmediata es el virtual colapso de un modelo, instaurado éste con Miguel De la Madrid,  padre del neoliberalismo en México. El ensayo neoliberal de más de tres décadas en el país deberá ajustarse, como siempre, a la terca realidad. Nada después del “gasolinazo” volverá a ser igual en el país. “El gasolinazo” todo lo trastocó. El país está a un paso de salir, al menos parcialmente, de un esquema económico de desarrollo que está poniendo a la vista su fracaso.

Si hay suerte, prudencia, tacto y pericia, entre otros factores, el país se mantendrá en su cauce, pero otra vez no hay nada escrito. Ojalá haya mesura, pero sobre todo –hay que decirlo así lo tilden a uno de cursi- amor por este país. Algo más hace falta estos días. Los políticos, todos, deben poner el oído en la tierra. Es crítico.

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