¿Por qué?

singladura

Ufff! Se impuso “haiga sido como haiga sido” –la clásica de Calderón- Alejandra Barrales –Barriales la llaman algunos- para encabezar la alianza más impensable

entre lo que queda del PRD y el PAN del chico maravilla como se conoce coloquial o popularmente al pirruris Ricardo Anaya en la contienda por el gobierno de la muy sufrida y ex leal Ciudad de México.
Como sea, Barrales será la abanderada de esos grupos o facciones en la competencia capitalina. Ufana de su triunfo sobre Armando Ahued y Salomón Chertorivsky, sus presuntos adversarios dentro del PRD para la precandidatura al gobierno capitalino.
Hace dos días, cuando fue proclamada triunfadora en la digamos competencia interna, se le vió exultante. Ngeó que se trate de un proyecto personal y ratificó que “mi corazón está con el PRD”. Sí, claro. Al partido negro-amarillo le debe todos sus cargos en las casi dos últimas décadas que suma de carrera política, una muy exitosa desde el punto de vista económico si se consideran sus declaraciones de bienes y las revelaciones periodísticas hechas públicas sobre un par de propiedades millonarias, cuyo origen hasta ahora no está claramente establecido, así la señora Barrales insista en que todas tienen justificación legal. De llamar la atención sin embargo que el lujoso departamento de Miami fue omitido intencionalmente de la declaración patrimonial de Barrales. ¿Por qué? ¿Algún pecado inconfesable? ¿Omisión accidental?
“Estoy muy emocionada, muy contenta, todo mundo sabe lo que significa para mí”, dijo Barrales en su primer discurso luego de conocerse su triunfo en la interna perredista. Así, sin más, competirá por el gobierno de la ciudad de México. Mientras la observaba por televisión, me pregunté si esta política de izquierda –dice- está en verdad libre de hechos de corrupción a juzgar por su enorme fortuna personal, parte de la cual se pretendió ocultar de manera deliberada, lo que supone como mínimo una sombra de sospecha.
¿Es admisible pública y socialmente que cualquier aspirante a algún cargo público resulte sospechoso? Barrales, como cualquier otro político mexicano ha hecho siempre, niega cualquier práctica corrupta, pero también como cualquier otro político de este país, no termina de limpiar su nombre. Lo peor es que se acepta socialmente que un político (a) sospechoso de corrupción compita por cargos de elección popular. Y, la mayoría de las veces, se da por hecho que es válido que los políticos se enriquezcan. Después de todo, Hank González dictó la sentencia de que “un político pobre es un pobre político”.
Así, como en el caso de Barrales, para la ciudadanía mexicana es aceptable cualquier político, aún bajo la duda de corrupción. Y se ha hecho tradición que baste que los políticos nieguen la acusación o los señalamientos de que son corruptos, pero sin que nunca quede claro si lo son o no en verdad.
A ellos, los políticos, nada les preocupa que se diga o se crea que son corruptos. A nosotros, los ciudadanos, tampoco.
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