¿MANUELOVICH?

Singladura

Esta vez, el precandidato presidencial de la alianza Juntos Haremos Historia –Morena, PES y PT-, Andrés Manuel López Obrador, tomó con humor el nuevo

nombre que le asignó el inefable Javier Lozano –un personaje difícil de definir, él sí- al llamarlo Manuelovich, en relación con los presuntos vínculos e injerencias entre el morenista número uno del país y Moscú.
El pejelagarto, el otro mote por el que es conocido López Obrador, ni se inmutó. Más bien tomó con sorna el nuevo nombre que le asestó el ex titular del Trabajo y frustrado aspirante al gobierno de Puebla. López Obrador fue más allá y en el malecón del Puerto de Veracruz, dijo recién que aguardaba el oro de Moscú, al tiempo que lanzaba chanzas con el Loro de Palenque que dice tener por allá.
Un toque de humor, claro, siempre es bienvenido, más aún en política y mucho más en México, donde la solemnidad, fingida claro de la mayoría de nuestros políticos, es conducta habitual, aun sea para mentir, burlar o escabullirse de los momentos difíciles. Como en aquel libro tan sabio intitulado “El Gesticulador”, del afamado dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli.
La reacción de López Obrador ante el nuevo mote lozanesco me hizo recordar otros tiempos y otros escenarios en los que el venezolano Rafael Caldera Rodríguez, -dos veces presidente de Venezuela- también reaccionó con humor y hasta un toque de picardía cuando para denostarlo y socavar sus aspiraciones políticas de alcanzar por segunda vez el Palacio presidencial de Miraflores, un vocero del partido socialcristiano Copei dijo que Caldera –un veterano entonces de más de 70 años- sólo tenía la aceptación de “un chiripero”, conformado éste por una variedad muy abigarrada eso sí de pequeños partidos políticos a favor del veterano político. El epíteto de “chiripero” refería a la chiripa, una especie de cucaracha pequeña, de tamaño menor a los dos centímetros.
Se pensó entonces que Caldera Rodríguez, muy solemne habitualmente y siempre en su papel de representar a los grandes “cacaos” venezolanos como se conocía y aún se suele aludir a los miembros de la aristocracia criolla de ese país sudamericano, reaccionaría airada y enojadamente al epíteto asignado a sus seguidores de “El chiripero”. No fue así. La reacción de Caldera Rodríguez, un político audaz pero sobre todo un profundo conocedor de su país, fue todo un acierto para ascender pronto en las preferencias político-electorales.
Sí, Caldera Rodríguez admitió que buscaría la presidencia de Venezuela apoyado por “El chiripero”. Caldera y su chiripero fue pronto el eslogan que lo llevó por segunda vez a la presidencia venezolana en 1994.
Ya el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto negó cualquier vínculo de “Manuelovich” con el Kremlin. Aún así, Lozano, un político de aspecto más que adusto y de un estilo que trasunta casi intolerancia, ha insistido en tratar de desacreditar a “Manuelovich”. No vaya siendo que en lugar de derribarlo lo haga caer parado.
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