Lógica

SINGLADURA

Nadie en su sano juicio podría quitar razón al presidente electo Andrés Manuel López Obrador cuando dice que la economía mexicana
tiene que crecer por lo menos al doble del dos por ciento, el promedio de las últimas tres décadas, para generar bienestar y abatir la violencia.
Cuando dice que quiere una alianza con el sector empresarial para generar riqueza y crecimiento, también tiene razón.
Incluso cuando apunta que “Tenemos que crear la riqueza para distribuir sus beneficios” porque “no se puede repartir lo que no se tiene”, también tiene razón.
“Primero hay que crear la riqueza”, insiste López Obrador, a quien infinidad de veces se le ha tildado de locuaz, lenguaraz o extraviado, entre otros lamentables calificativos que poco ayudan a construir un entorno de confianza, racionalidad y entendimiento que tanto requiere el país entero, no sólo el político que a partir del uno de diciembre asumirá una tarea francamente compleja, que sólo de pensarla o evaluarla parece imposible de cumplir con un éxito mediano. Pero aún si fuera mediano, ya sería bastante y en eso queremos muchos confiar porque el país lo necesita con urgencia.
Es cierto. Hay muchos puntos del ideario de López Obrador que o no cuajan del todo socialmente o no terminan de convencer, pero resulta al menos prematuro descalificar de inicio al próximo titular del ejecutivo cuando ni siquiera ha asumido el cargo aun y cuando ya inició un ritmo frenético desde el primer día que siguió a su triunfo contundente y sin espacio para ninguna increpación o maniobra en contra.
De hecho, podría apuntarse que López Obrador anduvo tanto tiempo cortejando al poder que la conquista de éste, prácticamente anuló en los hechos el tiempo que se habría esperado para la luna de miel. López Obrador ya consumió ese lapso dorado reservado a todo amante ansioso.
Cuando asuma el mando el próximo sábado primero de diciembre, López Obrador tendrá que afrontar más bien la resaca de la luna de miel. Será un tiempo complejo y exigente. No tendrá mucho tiempo para probar sus tesis. Por ello es importante que al menos se le dé el beneficio de la duda y más si está en la ruta del sentido común y práctico al perseguir una alianza con el sector empresarial, cuyo punto de vista promete recoger porque “es mi trabajo como presidente”.
Después de todo, apunta López Obrador, “donde la gente vive con bienestar y feliz, hay menos problemas de inseguridad o violencia”. ¿Alguien podría sostener sanamente que este razonamiento es una ocurrencia más de López Obrador?
Anunció que prepara “un gran acuerdo” de inversión con Estados Unidos y Canadá que rebase el tratado comercial entre los tres países para que haya inversión.
“La esencia para resolver el problema del país es que haya bienestar”, ratificó. Confío en esto. ¿Podría, debería dudar, o peor aún, censurar esto? Más nos conviene creerle y hacer a un lado la mezquindad. Siempre será mejor construir que destruir, así resulte más arduo.
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