Una cosa de tiempo

El presidente pidió un año más para sentar las bases definitivas y casi irreversibles, dijo,  de la 4T. Hay que

 dárselo, por supuesto. Como mexicanos debemos creer que le bastarán 365 días más para delinear un nuevo futuro, que no un nuevo comienzo. El país no nació con la 4T y tampoco terminará en 2024.

Tampoco las reformas de la 4T serán irreversibles. Eso dijeron precisa, pero inexactamente, los “neoliberales” cuando aceleraban el paso, inicialmente con Miguel De la Madrid, para meter al país en el bloque de países bajo el modelo neoliberal o sujeto al llamado “Consenso de Washington”.

De aquella época, es destacable recordar entre las primeras acciones del gobierno “neoliberal”, el ingreso o la incorporación de México al entonces Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), el antecedente de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Así que nada es nunca irreversible y tampoco se escribe para siempre en esta vida. Esperemos entonces otros 12 meses para que ahora sí, empecemos a constatar los frutos del cambio de régimen y modelo económico que impulsa el presidente con más vehemencia hasta ahora que resultados tangibles y concretos, en al menos dos áreas críticas: seguridad y economía, que debo decir se desarrollan y marchan indefectiblemente de la mano.

Admitió el presidente, así sea de manera enunciativa, que en ninguno de estos campos, enormemente sensibles para cualquier país, hay los avances que su gestión desearía. No abundó mayormente y apenas mencionó la insatisfacción que le generan. En su mensaje en el Zócalo lo suyo fue dar a conocer y exaltar una lista de éxitos, avances, progresos y logros en casi todas las áreas, salvo las que denotan una crisis, referida a economía y criminalidad.

La economía prácticamente con índices de cero, con sus severas repercusiones en el empleo y, por supuesto, también en el ámbito de la seguridad pública y el auge, sin precedentes, de la criminalidad. Ya lo había dicho el presidente en su informe de septiembre pasado, cuando admitió, para pesar de todos claro, que había todavía bastante por hacer para que la economía creciera y la criminalidad bajara. Ni lo uno ni lo otro e insisto, no es para alegrar a nadie. Por el contrario, debe preocuparnos y concitar a la acción en las áreas del quehacer particular, social, empresarial y gubernamental. Nos urge la reactivación económica y confiamos en que el proyecto de inversión para infraestructura, recién anunciado en Palacio Nacional, y que monta unos 43 mil millones de dólares a partir del 2020, resulte un estímulo económico real.

En cuanto a la criminalidad, anticipo un cambio o al menos un ajuste de estrategia en los meses que vienen, así el presidente insista en que nada lo hará modificar el rumbo de la política de “abrazos y no balazos”.

Dudo absolutamente que el presidente estadunidense vaya a llegar al extremo de declarar “terroristas” a los carteles mexicanos de la droga, pero es previsible que introduzca un giro en la postura presidencial mexicana, en persistir en una política que arroja graves déficits para aminorar la embestida criminal, cuyas cifras superan incluso a las que dejaron los gobiernos que precedieron al de la 4T.

Acabamos de ver, por ejemplo, lo ocurrido en Villa Unión, Coahuila, donde militares y agentes policiales arremangaron contra criminales, con el saldo ya conocido.

A mediano plazo, la estrategia de “abrazos, no balazos, del guácala, fuchi y aún del chancletazo de las mamás o las abuelas, será insostenible. Así que también es cosa de tiempo y presión interna y externa. Lo veremos.

Así que a esperar y actuar al mismo tiempo para que dentro de un año, ya contando, miremos, palpemos y comprobemos al menos dos cosas: que la economía crece y la criminalidad desciende.

Ojalá. Es demasiado lo que está en juego, y el tiempo no perdona.

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@RobertoCienfue1