Felices sin saberlo

Éramos felices sin saberlo, pero llegó el coronavirus. Pensar que tantas veces nos lo

 dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador. Nada menos en septiembre pasado cuando dio un mensaje por la entrega de su primer informe al Congreso, López Obrador aseveró convencido que los mexicanos “están contentos y felices”.

Esto aun y cuando –admitió- la economía de México “está creciendo poco” y los resultados que se esperaban de su gobierno de la lucha contra el crimen, eran precarios y hasta malos. Pero estábamos contentos y felices en la narrativa presidencial.

Dijo por ejemplo que pese a una economía con poco crecimiento, la distribución del ingreso resultaba “más justa” a través de las generosas dádivas con cargo al erario nacional a jóvenes, mujeres solteras y jubilados, mediante una serie de programas ahora ya elevados a rango constitucional para frustración de los neoliberales, conservadores y fifís, pero para felicidad de los mexicanos auténticos y/o, por lo menos, para el pueblo sabio y bueno.

De igual forma, ratificó que habría de “serenar y pacificar al país”, aunque aclaró que “tenemos todavía que trabajar mucho” para contrarrestar las elevadas tasas de homicidios intencionales y feminicidios en México.

Pero insistió en que el problema de la criminalidad, que consideró el principal desafío de su gobierno, está “atendiéndose”, Claro, no se amilanó entonces sobre todo porque se describió así mismo como “un hombre de retos y perseverante”.

Un mes después de ese informe sobrevino sin embargo la crisis de octubre con el bien recordado “cualiacanazo”, donde se liberó a Ovidio Guzmán a cambio –ese fue el argumento presidencial- de salvar muchas vidas inocentes. Hubo quienes creyeron entonces que ese sería el punto de quiebre presidencial. Pero nada. No ocurrió. Seguimos felices. 

En materia del tipo de cambio del peso ante el dólar, López Obrador dijo en septiembre que en los primeros nueve meses de su gobierno nuestra moneda resistió “fuertes presiones externas”, pero aun así seguía “estable” frente al dólar.

E insistió en que pese a esos asuntos, "la mayoría de los mexicanos están contentos y el pueblo está feliz, feliz, feliz".

¿Y cómo no? Si el gobierno de López Obrador "terminó la guerra de exterminio contra la delincuencia organizada, ya no se permite redadas, ni masacres ni la desaparición de personas. El estado ha dejado de ser el principal violador de los derechos humanos", dijo.

Parte de la felicidad proclamada por López Obrador en septiembre del 19 incluyó la existencia plena de “un auténtico estado de derecho”, según dijo. 

Añadió a su idílico panorama nacional los ahorros sólo en los primeros nueve meses del 2019, el primero de su gobierno, de 145 mil millones de pesos, el equivalente entonces a unos 7.500 millones de dólares, en compras gubernamentales.

¿Y la corrupción? Pues eso ya era cosa del pasado. La mejor prueba fue por ejemplo el certificado de pulcritud en el ejercicio público que extendió al director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Manuel Bartlett Díaz, la titular de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval.

Más todavía de esos meses de felicidad nacional con la 4T fueron los avances del nuevo aeropuerto internacional de Santa Lucía en reemplazo del putrefacto aeropuerto de Texcoco, y el progreso de las obras de la Refinería de Dos Bocas, sin contar la ensoñación denominada Tren Maya.

El regreso del avión presidencial previsto para abril próximo –aunque quien sabe ahora- y la rifa no rifa tampoco opacaron la felicidad nacional. Por el contrario, alimentaron la esperanza de muchos de hacerse de ese armatoste de gran lujo.

La reciente cena con tamales de chipilín y atole que compartió con prominentes empresarios en Palacio Nacional tampoco hizo mella en el ánimo nacional de felicidad, así se tratara según diversos sectores de un chantaje presidencial para obtener fondos bajo el señuelo de la rifa del avión presidencial.

Pero de pronto, todo se derrumbó. La clarinada fue la crisis del sistema nacional de salud y más tarde las protestas de las mujeres, primero el 8 y luego el 9 de marzo último. Algo se rompió entonces para López Obrador y los mexicanos que éramos tan felices, así no lo reconociéramos. Vinieron el desplome petrolero, -matizado con la baja de los precios de gasolinas, casi como maniobramlo- la devaluación del peso, la crisis bursátil y financiera, más la agudización del problema médico del coronavirus, que sin duda marcará el antes y el después de la 4T, a sólo 15 meses de instaurada.

Es aún prematuro hablar de los efectos del coronavirus para el gobierno de López Obrador y peor aún para el país, pero es claro que de un escenario de felicidad nacional según el presidente, habremos de pasar a otro que de tan incierto, atemoriza al más pintado, menos claro al hombre que encarna “una fuerza moral”, inmune a cualquier contagio ordinario. Veremos para contarlo.


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@RobertoCienfue1