De amuletos y pajaritos

Pues cosa de visitar a los brujos de Catemaco –de paso comer la publicitada carne de

 chango-, de recurrir a los amarres que seguramente ya existen para el coronavirus, o tal vez y también de acudir al Mercado de Sonora, o de perdida hacerse una limpia con albahaca y pasarse un huevo por todo el cuerpo, faltó que nos dijera o recomendara el presidente constitucional de México, Andrés Manuel López Obrador, como remedios infalibles para conjurar el riesgo de contraer el llamado virus chino como lo llamó su colega estadunidense, Donald Trump, quien atizó la ira del gigante asiático.
Por inverosímil que parezca, el jefe del Estado mexicano –imagínese usted- mostró esta semana sus amuletos: un trébol de seis hojas, un billete de dos dólares y dos escapularios del Sagrado Corazón de Jesús. Lo hizo en la clásica mañanera, el espacio privilegiado del mandatario y donde se solaza cada mañana como si se tratara de un recreo.
Admitiendo sin conceder que esos amuletos constituyan su mayor protección, el tema sería individual y/o personal. ¿Y a qué viene entonces el tema de la honestidad y/o la corrupción? Es un galimatías, que hace temer perturbaciones de otra naturaleza.
Esto mientras México y el mundo sufren el flagelo de una pandemia, que obliga en mucho mayor grado a los gobernantes a observar un mínimo de sindéresis para estar en condiciones de trazar rutas y acciones de prevención, mitigación y superación del problema.
Pero nada de eso. El presidente nos reveló y recetó sus talismanes. Asumo que sabe lo que hizo con base en el conocimiento profundo que tiene del pueblo bueno y sabio. ¿O no? Seguramente su popularidad repunte en las próximas mediciones. No fue un acto ingenuo ni delirante del poder, así para muchos ciudadanos el presidente haya incurrido en una fantasmagoría digna de otros espacios, figuras y representaciones.
El hecho me hizo recordar al mandatario venezolano, Nicolás Maduro, y sus visiones de pajaritos hablando sobre su antecesor, el comandante Hugo Chávez.
En julio de 2014, Maduro contó sin rubor alguno que en Sabaneta, en los llanos venezolanos y cuna precisamente de Chávez, por segunda vez se le acercó un pajarito para contarle que el comandante estaba feliz y lleno de amor de la lealtad de su pueblo”.
Antes, en abril de 2013, días después de la muerte de Chávez, Maduro dijo que mientas él estaba en una capilla católica, en Barinas, también se le apareció Chávez en forma de pájaro y lo bendijo.
Petrifican estos testimonios presidenciales en público. Parecen inconcebibles en tiempos de crisis y en momentos en que se discuten temas críticos para cualquier país. En México, como en el mundo, hay un temor enorme por la pandemia originada en China, por cierto ya prácticamente contenida. Se trata como es claro de un asunto clave de salud pública con enormes riesgos para la vida de miles y quizá de millones de personas. Es en resumen, un asunto de vida o muerte. Un asunto de Estado pues. ¿O de amuletos? Repregunto.

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@RobertoCienfue1.