¿Se aproxima? ¡Por favor!

Al redactar estas líneas me habría encantado saltarme el tema

 imperante: coronavirus o Covid 19. Sería infinitamente mejor referir y hasta aplaudir la acertada conducción nacional de un gobierno, el que fuera, incluido claro el que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador. Preferiría describir el vigor de un país joven, pujante, vigoroso y en vías de resolver los peores problemas nacionales con base en políticas públicas diseñadas e instrumentadas desde el primer minuto del uno de diciembre de 2018. Es más, resultaría muy grato y alentador constatar que no fue un error votar por López Obrador. Pero desafortunadamente, más para el país entero que para el gobierno de turno que por supuesto pasará, México se debate en una profunda crisis, cuya magnitud aún se desconoce, pero que es ya enormemente peligrosa, pese a que nuestro presidente apenas la vislumbre.
Lo peor es que esta crisis, agravada por el gobierno de turno, nos encuentra desguarecidos porque en lugar de que se aprovecharan los primeros 15 meses de la actual gestión para mejorar, fortalecer, construir, recimentar, rediseñar, corregir en una palabra, se utilizaron predominantemente para destruir, descalificar, dividir, y en una palabra arruinar cuanto oliera desde el olfato presidencial a los gobiernos precedentes. Se llegó incluso a pretender abolir –imagínese usted- los feriados o puentes largos que dejan beneficios a prestadores de servicios, proveedores de bienes y el turismo con su consecuente derrama económica y aún de solaz nacional.
Tres pilares del desarrollo de cualquier país fueron descuidados, minimizados y sometidos a la férrea terquedad denominada “austeridad republicana”, luego rebautizada “pobreza sanfranciscana” por el jefe de la oficina presidencial, el empresario hoy metido a funcionario público –una reinvención personal que siempre negó en los tiempos de campaña- que se llama Alfonso Romo.
Esos tres ejes fueron economía, seguridad pública y, el peor a la luz de las circunstancias imperantes, el sistema de salud pública.
Aún en su primer informe de gobierno en septiembre de 2019 el presidente López Obrador admitió que “la economía está creciendo poco pero no hay recesión”. Presumió entonces que “ahora es menos injusta la distribución del ingreso; es decir, hay más desarrollo y bienestar. Bueno, eso dijo. Pero vino la caída del PIB nacional al cierre del 19. Este año pintaba mal de nueva cuenta, pero ahora será peor, mucho peor con pronósticos serios que anuncian un retroceso de menos 1,5 por ciento y hasta del 4,5 por ciento. Pero el presidente apenas dijo la víspera que se vislumbra una crisis por el Covid 19, cuando ya estamos en ella. Sólo falta precisar la profundidad y severidad de la misma, pero ya estamos inmersos en un desplome económico de dimensiones históricas.
En materia de seguridad pública, hoy sabemos, casi 16 meses después de su asunción presidencial, que en 2019 fueron desbordadas las cifras criminales con más de 35 mil homicidios dolosos, la peor cifra de los años previos. Y aun con Covid 19, las cifras no parecen menguar.
Y en el área, hoy tan sensible, delicada y peligrosa, de la salud pública, pues topamos con el denominado Instituto Nacional de Salud y Bienestar (Insabi), desprovisto prácticamente de todo.
En diciembre del 2019, López Obrador dijo que se garantizará “lo más pronto posible el derecho a la salud a toda la población, con prioridad para quienes no tienen seguridad social”.
Aseveró que el Insabi “está empezando a resolver cuatro demandas básicas: que haya abasto de todos los medicamentos hasta en las unidades médicas y centros de salud ubicados en las comunidades más apartadas del país”.
Calificó de “tareas pendientes” la asignación de los médicos, enfermeras y paramédicos en todas las poblaciones; rehabilitar y ampliar la infraestructura de salud, incluido el mejoramiento de equipos médicos, y la basificación de más de 80 mil trabajadores que han sido contratados como eventuales y por honorarios. El sector salud tendrá un incremento de 40 mil millones de pesos para financiar las acciones destinadas a mejorar la atención médica y a garantizar la gratuidad en los medicamentos”, prometió.
Hoy, con el Covid 19 golpeando a las puertas, -para decir lo menos- ya sabemos los déficits que enfrenta el sistema, incluyendo los hospitales mejor instituidos como los pertenecientes al IMSS, el ISSSTE, y aún los de alta especialidad. Será por eso que en la víspera, el presidente refirió en Oaxaca que pondrá en manos –otra vez- de militares hasta 10 hospitales para atender los casos del Covid-19.
En su informe de septiembre pasado, confesó “que hemos contado con suerte. Maquiavelo decía que la política es virtud y fortuna. En este tiempo han soplado buenos vientos y estamos llevando a la práctica una transformación profunda con poca confrontación y sin violencia política”. ¿Dirá lo mismo ahora? Porque según todos los hechos a la vista, de ésta no lo salvan ni sus amuletos. Pero lo más importante: el país, ¿cómo se va a salvar?

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@RobertoCienfue1