Ahora el BOA

En medio de la feroz pandemia del Covid-19, cuya estela de destrucción en vidas, salud y

 economía aún se desconoce con precisión, la presidencia de México hizo público un documento dizque confidencial que refiere la existencia del denominado Bloque Opositor Amplio (BOA), cuyo propósito clave consistiría en delinear un plan de acción para debilitar a la 4T y arrebatarle el control del legislativo en 2021 y expulsar por la vía legal del poder al presidente Andrés Manuel López Obrador en el revocatorio de 2022.
En su denuncia hecha en Palacio Nacional, la presidencia y su vocero admiten que desconocen el origen y aún la veracidad del documento. Eso no obstó para revelarlo públicamente. Tampoco para involucrar a actores institucionales, partidistas, comunicadores y organizaciones sociales y patronales e incluso a ex presidentes del país. Ya comenzaron los deslindes, claro, pero la presidencia, con todo el poder que representa, se hizo eco del documento. Se ahorró así una investigación seria, profesional y concluyente sobre el tema. Casi casi fue difundido un anónimo. Esa es la calidad de nuestra casa presidencial.
No es la primera vez que la presidencia emite alertas de este tipo. Más de una vez, el presidente se ha dicho blanco de conspiraciones y aún de eventuales golpes de Estado en su contra. De esas denuncias sólo han derivado alharaca, bulla y escándalo. Hacer acusaciones, denunciar hechos y/o culpar, implica necesariamente el aporte de la o las pruebas, y por supuesto, sancionar a los responsables de semejantes aventuras. Más todavía cuando en el caso de las denuncias de intentonas golpistas, se implica nada menos que a militares de México, cuya institucionalidad es un compromiso cabal y fehaciente.
Es más que probable entonces que una vez más se incurra en esa vetusta práctica política de parlotear sin sustento, de señalar falazmente y, peor aún, de lanzar la piedra y ocultar la mano para distraer al respetable y entrar en una polémica o en una guerra de dimes y diretes que envenena la atmósfera nacional, ya de suyo sumamente cuajada de problemas y diatribas sin ton ni son, pero que confunden y fatigan al país, inmerso en la búsqueda de una salida del laberinto ominoso.
Se queja el gobierno que el BOA pretende debilitarlo con miras a las elecciones del 21 y el revocatorio del 22. Aún si aceptáramos, sin conceder, la existencia del plan o estrategia, pues tendríamos también que admitir que se trata de un recurso político válido el pretender desplazar del poder a cualquier adversario siempre y cuando se haga por los cauces institucionales. Así lo hicieron con éxito López Obrador y sus partidarios en la elección del 18. Y claro que lo hicieron con un plan, que les funcionó espléndida y generosamente en las urnas.
En consecuencia, nada tendría de negativo, pecaminoso o ilegal que diversas fuerzas y personalidades y asociaciones de todo tipo se unieran bajo el propósito común de desplazar por la vía legal –insisto- al presidente y aún las fuerzas políticas que hoy tienen el poder político y gobiernan el país.
Más todavía: es obvio y válido otra vez que se enuncien los saldos del gobierno de la 4T para apuntalar una causa política diferente. Los saldos del neoliberalismo en México fueron la argamasa para la victoria inobjetable del lopezobradorismo. ¿O no? ¿De qué se sorprenden entonces?
Pero además el presidente, todo su equipo y sus aliados legislativos no deberían armar semejante bochinche si es que de verdad y de manera genuina creen que “vamos requetebién” porque ya domamos la pandemia y la recuperación será rápida, incluso con la creación de dos millones de empleos antes de que termine este año. Y si el pueblo está feliz y contento, pues mucho menos de que preocuparse. En todo caso, que se preocupen el BOA y toda su rancia bola de conservadores, reaccionarios y corruptos.

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@RobertoCienfue1