Optimismo

En este año electoral, clave para México como nunca antes, deberíamos los mexicanos, todos, hacer acopio del mayor

optimismo que a cada uno de nosotros nos sea posible. Es deseable.

 ¿Por qué? Las votaciones del dos de junio próximo, hay que insistir, nos abren la oportunidad de decidir de manera libre, informada y en conciencia, quienes serán las personas que habrán de conducir en sus diferentes posiciones y responsabilidades, desde la más modesta si se quiere, hasta la Primera Magistratura, al país que es de todos y cada uno de nosotros, así sostener esto parezca una perogrullada. No lo es, sin embargo. México aún tiene el derecho y el privilegio de elegir a sus gobernantes. Ese hecho por sí solo debería concitar nuestro optimismo. No todos los países del orbe pueden decir lo mismo, y mucho menos contar con las garantías para sufragar.

Ese solo hecho, la elección de los gobernantes, debe darnos razones de satisfacción nacional, aun cuando tengamos tareas enormes por delante para impulsar el desarrollo del país, aquejado por una serie de retos, insuficiencias y carencias que a ratos parecen colosales, pero que nos invitan a resolver con inteligencia, prudencia y esfuerzo continuo y perseverante. Después de todo, no hay esfuerzo que se realice sin que arroje resultados positivos.

Es cierto, el país tiene enormes problemas por resolver, entre ellos y de manera notoria, la grave crisis de inseguridad pública, quizá el desafío más formidable para México y cualquier país. Le siguen los temas no menos importantes de garantizar la salud de todos y cada uno de los mexicanos. Es verdad conocida que la salud de las personas y de la población en general es el patrimonio más valioso al que pueda aspirarse. Vienen otros asuntos, también de importancia estratégica y consustancial a la oportunidad de desarrollo. Me refiero a la educación y la formación de los mexicanos para alcanzar dos objetivos fundamentales, uno, el desarrollo personal y productivo, dos, el equipamiento básico indispensable para que cada persona parte de este país constituya un activo y se aleje cada vez más de los pasivos nacionales.

Otros asuntos críticos que debemos enfrentar y resolver con base en una política pública de largo aliento tiene que ver con el diseño y ejecución de infraestructura para el desarrollo, que incluye aspectos como la vivienda, la infraestructura urbana, el impulso al campo, el agua, la energía que consume y requiere México para sostenerse y aún crecer de manera armónica y sustentable. De igual forma, la creación de empleos productivos y salarialmente retributivos.

En otras áreas igualmente importantes para favorecer el desarrollo nacional tenemos todavía los mexicanos que acometer una reforma profunda al sistema de procuración e impartición de justicia, en un esquema tal que lleve al sofocamiento y extinción de la impunidad. Esto es esencial para que la ley constituya el eje de la convivencia nacional, sobre todo en un país acicateado por el crimen, la delincuencia y otras formas extremas de violencia vinculadas con la persistente corrupción que sigue gozando de cabal salud en la república.

Requerimos además, la construcción de una genuina ciudadanía, vigilante, exigente y participativa que se manifieste de manera cotidiana y actúe sin temores ni servilismos o servidumbres ante la clase política, que tiene que dejar de ser una casta dominante, privilegiada y peor aún, mediocre.

Estos y muchos otros campos de tareas y esfuerzos nos esperan a los mexicanos. Las elecciones que vienen serán una oportunidad formidable para trazar nuevas rutas para el país, que pese a todos sus problemas -muchos de ellos vistos a veces como irresolubles- tiene el potencial para sobreponerse y aún reencauzarse, más allá incluso de su clase política dominante. Dependerá de todos y cada uno de los ciudadanos de México no sólo la elección de los nuevos gobernantes, sino además de mantenerlos bajo vigilancia cotidiana y permanente para impedirles sus proverbiales chapucerías, traiciones, engaños, apetitos y corrupciones. Nos aguarda un trabajo intenso, pero México lo merece y exige. Hay que actuar, votar y preservar un optimismo a toda prueba.





Reconocimiento a la Anpert



El pasado martes 16 de este mes, la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (Anpert), que comanda en esta etapa el amigo y colega Miguel Ángel López Farias, junto con un equipo de forja intensa, fue premiada por sus primeras dos décadas de vida en una ceremonia que tuvo lugar en el Senado de la República y que encabezó el senador y presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara Alta, Eduardo Ramírez Aguilar. Los premiados fueron Enrique Lazcano, presidente fundador; Leopoldo Mendívil, Vladimir Galeana, Ivonne Romero Loya, Judith Sánchez Reyes, y Gisela Ramírez. Además, fueron reconocidos Marta Oliva Obeso Suro, Marta Eugenia Dávila García, Adriana Páramo, Eduardo Ramos Fusther, y Miguel Bárcena.

También fueron reconocidos de manera póstuma Ofelia Aguirre Ruelas, Renward García Medrano, Eduardo Pasquel Alcalá, Miguel Ángel López Bernal, Lorenzo Martínez Vargas, Gustavo Méndez Tapia y Federico Vale Castilla.



Este reconocimiento contrasta con el asedio permanente que enfrenta el periodismo mexicano desde el primer atril del país. ¡Enhorabuena!