¿La más débil?

Dicen que en México es habitual simpatizar o decantarse por el más débil. Quizá esa creencia favorezca a Xóchitl Gálvez,

la ex humilde hidalguense que comenzó a forjarse así misma desde que era niña allá en su pueblo de Tepatepec, la cabecera municipal de Francisco I. Madero, en el corazón del Valle del Mezquital.

Y si, es muy probable que Gálvez esté abajo en las encuestas de cara a la competencia formal por la presidencia de México que iniciará, finalmente, el uno de marzo próximo y se extenderá hasta el 29 de mayo. Xóchitl debe saberlo como sabe a sus 60 años de vida que nada nunca le ha sido fácil. Tampoco ahora mismo, que lidia con los de adentro, esos que dicen impulsarla y menos con los de afuera, esos que la denostan, aunque al hacerlo se degraden a ellos mismos.

Asumo sin embargo que talento tiene porque en este país, nuestro querido México, pocos se levantan así mismos. Ella es una de esos pocos. México está lejos de ser el país de oportunidades al que todos deberíamos apostar, sin que importara nuestro origen étnico, económico, cultural o familiar. Y nadie debería burlarse o mofarse del esfuerzo. Ojalá así fuera, como ocurre con mucha mayor frecuencia en países de mayor desarrollo y ni hablar de los escandinavos. Dinamarca es un ejemplo de esto.

Pero contra todos los pronósticos que Xóchitl, hija de padre otomí y madre mestiza, pudo tener en contra, es claro que se abrió paso hasta convertirse en lo que es hoy, una ingeniera, empresaria y una política que aspira a la presidencia de México. ¡Ah, casi olvidaba que hoy es un pecado aspirar en México! Hacerlo en política es convertirse en vulgar.

De tal suerte que se resume rápido, en unas cuentas líneas y aún en pocas palabras la vida de Gálvez, pero me pregunto si alguno de nosotros conocemos o conoceremos a detalle todos los obstáculos que esta mujer, de raíz indígena además, -como esos indígenas a los que tanto exaltamos en el papel y por los que ponemos cara discursivamente- tuvo que librar y superar para alcanzar el sitio en el que hoy está. ¿O es que como una mujer de raíz indígena, hoy a las puertas de librar su mayor batalla política, junto con muchos mexicanos, será mejor desdeñarla, o peor aun, burlarse de ella como por ejemplo hizo hace unas horas el señor diputado Gerardo Fernández Noroña, quien llamó farsante a Xóchitl?

O como antes también hizo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien puso al lado la investidura a la que tanto dice cuidar y a la que tantas veces ha apelado, al señalar en una matutina que Xóchitl Gálvez está siendo utilizada por la oposición para falsificar su presunta naturalidad y origen humilde. Luego arremetió con mayor vehemencia y en un tono absolutamente burlón dijo: “Me subo a una bicicleta, me subo a un triciclo, tamales, tamales, ricos tamales; digo unas cuantas groserías...” Eso dijo el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, nada menos, quien reivindica hasta la saciedad su amor por el pueblo, con excepciones claro.

Xóchitl sabe que no la tiene fácil, pero tiene talento. De otra forma no se explica que 

en 1999, Xóchitl fuera incluida entre las 100 líderes del futuro del Foro Económico Mundial de Davos.

Revela además un contraste agudo y aun una excepción notable en las luchas que López Obrador reivindica para sí y su causa en contra del clasismo, el racismo y la desigualdad.

Vendrán los días de la competencia electoral abierta y entonces veremos la madera de Gálvez, una mujer enfrentada a un aparato de Estado, descalificada y ninguneada por el presidente de México, el mismo que en junio del 2023 se negó a abrirle la puerta de Palacio Nacional, así haya habido un amparo a favor de Xóchitl, la más débil en esta batalla. Pero…

Roberto Cienfuegos J.

@RoCienfuegos1