Un día en la vida de un policía (última de dos partes)
Son las diez de la mañana. Juan ha terminado su encomienda en el crucero complejo de la Ciudad de México. Durante ese tiempo sus oídos quedaron atrofiados por el ruido de motores y bocinas ensordecedoras que hacían sonar automovilistas desesperados por avanzar hacia sus destinos; al tiempo que —en el mejor de los casos— ignoraban sus indicaciones, le insultaban y aventaban los carros poniendo en riesgo su integridad, como si su condición de persona no importara por el hecho de portar el uniforme.